La expresión de Nina Simone sentada frente al piano era de seriedad intimidatoria. Su belleza física escapaba de las proporciones áureas: tenía nariz ancha, ojos tristes, boca grande… La voz, de madera noble, sigue resonando profunda y felina, rodeada de un halo religioso, entre el desengaño y la fe. [...] "Todos estos años he recibido muy poco amor. Me obsesiona, sobre todo por las noches, cuando estoy sola".
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