Este lugar no va a ser
para siempre.
Veo ya los pasos de otro yo,
otra persona con los mismos lamentos
en otras sombras de miedos nuevos
invariables y constantes.
Tras los pasos de la salida
de las casas en las que ahora habito
se quedan sólo las horas sujetas
a un color de pared,
a un paisaje mediado,
a la buhardilla donde me escondo
al alba como Annabel,
que teme los amaneceres en la playa
y en todos los lugares que nos persiguen
porque hablan del sinsentido de ese día
desde el que miro ahora,
lejos del lugar donde estoy
para percibir la ligereza de la comitiva
acompañándome sin recuerdos,
sin la vida que se ha ido quedando
en los otros sitios, en las otras casas
y las otras horas donde he sido.
Siempre viéndome
en otros paisajes futuros,
vacíos en la ansiedad, en la prisa
y el deseo
por conocer el abismo que sospechaba
del que huía desde el principio,
cuando con la luz irreal primera
mi madre me dio la vacuidad
del futuro y los lugares que nos habitan
para dejarnos luego desnudos
para siempre en el camino.
Sònia Hernández