Cuarto concierto de este ciclo camerístico que este martes traía hasta la capital la joven orquesta universitaria salmantina que me recordó la primera de ellas que fundase en Oviedo mi admirado Alfonso Ordieres. Siempre es reconfortante escuchar formaciones con esta media de edad y además siguiendo criterios historicistas tanto en la ejecución como en los repertorios barrocos y del primer clasicismo, que era el que ocupaba este programa jugando entre esos dos mundos, uno tardío pero que siguió y continúa de moda, el otro temprano y por tanto nuevo para sus coetáneos pero que mantiene muchos referentes del anterior.
Orquesta de cuerda con clave y dos trompas naturales como la plantilla salmantina de entonces (que no tenía flautas ni oboe) para recrear dos siglos después el par de sinfonías de Carl Philipp Stamitz, hijo de Johann y con años pasados en Manheim, detalles que pueden explicar este "puente de estilos", partituras recuperadas por encargo del CNDM -como muchas más de este ciclo- en adaptaciones de finales del siglo XVIII para la capilla de música de la Universidad de Salamanca que bien explica Bernardo García-Bernalt en las notas al programa que aquí he copiado:
Resultan interesantes para centrar históricamente dónde sonaban y en qué entorno de seriedad opuesto al de sus compañeras de concierto compuestas por el genio de Mozart siempre juguetón, bromista, musicalmente siempre avanzado y fresco aunque como en el anterior, también deudor e hijo del también músico Leopold, como si estos genes marcasen de forma sutil todo lo que sonó en la sala carbayona bien concertado por Enrico Onofri. Stamitz abriría las dos partes de la velada: la Sinfonía nº 4 en sol mayor, op. 13/16 hizo sonar la orquesta con toda la plantilla desplazada para la ocasión, tres movimientos contrastados con el Presto inicial, el Andantino donde las trompas no participaban (flautas en la partitura original), y el Prestissimo realmente contrastadísimo en matices, más barroco que clásico en sonoridades y escritura, con los problemas normales de afinación para estas formaciones pero demostrando un trabajo por parte de todos capaz de alcanzar una sonoridad homogénea rica en dinámicas y técnica al servicio de esta sinfonía tan joven como sus intérpretes perfectamente llevados por el maestro Onofri (que fuese concertino con Savall en aquella Capella Reial que tanto disfrutamos).
Para disfrutar solamente de la cuerda pasamos a escuchar el Cuarteto en sol mayor, KV 156 de Mozart en versión orquestal milanesa de 1772, manteniendo la estructura tripartita y contrastada: Presto, Adagio y especialmente en el Tempo di Menuetto donde disfrutamos de los cuatro solistas realmente como en el original antes del "Da capo" que conduce al final. La frescura mozartiana desde una naturalidad tanto en sonido como composición y ejecución continuaría con el conocido y exigente Divertimento en re mayor, KV 136 incorporándose el clave (que logra color barroco desde el lienzo clásico) para disfrutar con este "juguete sonoro" casi leopoldiano, en el buen sentido de disfrute musical sin prisas pero sin pausas, salvo las obligadas para reajustar afinaciones. La sucesión Allegro, Andante, Presto mantuvo el saber enamorar musical del de Salzburgo con estas dos obras contáneas antes del descanso. Mismo esquema para completar bromas precedidas de seriedad en estilos similares y no tan diferenciados como podríamos pensar antes de escucharlas, ¿dos caras de la misma moneda o sarcasmo más que humor?.
Arrancar sonriendo esta semana tan musical de mi Oviedo "austriaco" era lo mejor que podía pasarnos.