Había llegado bastante pronto y estaba esperando que Juan Carlos me recibiera, teníamos que tratar de la formación de los nuevos empleados, el banco X seguía reclutando jóvenes a pesar de que se rumoreaba que vendrían tiempos peores…. Ya se vería.
Mientras yo, aburrido, apostaba en las carreras de las gotas de lluvia en el cristal, llegó un joven. Seguro de sí mismo, casi arrogante, con un traje moderno, con una corbata a la que acababa de arrancar la etiqueta de las rebajas, el pelo “en pincho” generosamente regado con fijador o algo similar y un puntito de agresividad en la mirada.
Dio su nombre a Julia, la recepcionista sin saludar siquiera. Mi intento de intercambiar saludos fue más fructífero, obtuve una especie de gruñido, lo que provoco una mirada de envidia de Julia.
A los pocos minutos salió Carmen, me guiñó un ojo y se dirigió al joven, se presentó con esa sonrisa suya tan característica destinada a eliminar los nervios de los candidatos y presentándose cordialmente le ofreció la mano. El joven la estrechó mientras decía “Vale”. Carmen substituyó la sonrisa por un gesto mezcla de sorpresa, resignación y perplejidad.
Media hora después, arreglados los temas de formación Juan Carlos y yo nos regodeábamos en las muchas derrotas y pocos triunfos, pero muy sonados, de nuestro Atleti cuando una Carmen al borde de la depresión entró al despacho.
Sin siquiera dar los besos de rigor establecidos hace años e ignorando a su jefe me dijo “¿Te has fijado?” y remachó ”Pero, ¿tu te has fijado?”… “Pues así casi todos”. Puso al corriente a Juan Carlos y nos resumió la entrevista. Los temas por orden de aparición fueron: Sueldo, horarios, vacaciones y ventajas sociales. “Solo al final y confieso que con un poco de ironía le dije que si quería que habláramos de las funciones del puesto” “Ah, al final me dijo que le llamáramos pronto porque quería irse a la playa…”.
Afuera comenzó a llover furiosamente y el Ibex a desplomarse con mayor furia aún.
Hoy unos dos años después aun hablamos de aquella entrevista al parecer bastante más normal de lo que yo creía en aquel tiempo. Los CV se amontonan en la mesa de Carmen, pero ya no recibe a ningún candidato. Las tornas han cambiado radicalmente, la demanda de trabajo supera con mucho a la oferta y el valor primordial es el precio, en la mayoría de las veces las opciones para los empleadores son inmensas y los candidatos ni sueñan con discutir el salario … La ley de la oferta y la demanda es inflexible y cruel. Toca ofrecer factores diferenciales en las escasas entrevistas, hay que distinguirse del resto de los candidatos, y solo aquellos que lo consiguen tiene esperanza de conseguir su objetivo… pero a veces esto no es posible. Se han dejado pasar muchos trenes… lástima.
Por cierto afuera cada vez llueve más y me da que viene tormenta.