Notas sobre la séptima temporada de Sons of Anarchy
El cuervo vuela al fin. Jackson “Jax” Teller tuvo una de las mejores muertes que yo he visto en la historia de la televisión. Mejor que Walter White; mejor que Jack o Charlie (Perdidos), mejor que Ned Stark (Juego de Tronos), que Lorie Grimes (The Walking Dead); Jimmy Darmody (Boardwalk Empire), Christopher Moltisanti (Los Soprano), y tantos otros. Y si en posteriores visionados detenemos la escena en el plano en que el cuervo vuela, mejor que mejor: soy de la opinión de que el espectador tiene un trabajo, y muchos no lo queremos todo masticado. Una muerte menos creíble que muchas, pero más elegida, y libre, y autoconclusiva.
Inexplicamente, la séptima temporada de SoA no aparece en ningún ranking, y cierra un ciclo mucho más profundo que el que se abrió con la sucesión de Jax como presidente, los problemas con las bandas chicanas, las bandas de negros y la ley. Cierra un ciclo de sangre; y quizá abre otro. Pero cierra un ciclo que durante treinta años ha estado abierto en el pasado y el presente de esta historia de ficción.
¿Por qué ha sido terriblemente infravalorada? Pues no lo sé. Quizá tales niveles de acción no pueden calar al mismo nivel que lo ha hecho este año Fargo o True Detective, o The Honorauble Woman, o incluso historias menos conocidos como el remake de House of Cards que protagoniza Kevin Spacey en la BBC. Sin embargo, es indudable el éxito de la serie (primera razón para no perdérsela) y la conexión entre Sons of Anarchy y la obra de Shakespeare (segunda). En mi clasificación personal está mucho más arriba, y si bien hay muchísimos aspectos que no me gustan en absoluto, considero que, habiendo envejecido bien, ha tenido mala suerte.
La venganza como arco narrativo
Quien estudia la venganza mantiene abiertas sus propias heridas.
Francis Bacon
La última temporada de Sons of Anarchy ha mantenido una idea muy simple en primera línea: Tara Knowles fue brutalmente asesinada por la madre de su marido, Juice encubre ese asesinato con otra muerte (Eli Roosevelt), y ahora todo eso cae por su propio peso. La rueda empieza a girar, y durante seis o siete episodios se culpa a los chinos, tensando las relaciones entre el club y sus socios asiáticos y negros.
Podríamos creer, erróneamente, que es la cólera y la venganza de Jax quien guía sus pasos, pero indirectamente comprobamos que es su propia madre. Gemma solo gana tiempo desde el primer minuto de la séptima temporada, comprendiendo que no existe un camino sencillo: no confía en Juice, no puede dejar de mentir, no puede obviar lo ocurrido… y todo ello ocurre mientras se van sucediendo cosas que ella solo intuye: Gemma es la madre del club; forma parte, pero queda al margen; mantiene cierto radio de acción e influencia pero, como todas las mujeres de la serie (un dato importante sobre el que no he leído nada), queda fuera.
Por ello mueren decenas de personas; no importa el color ni sus creencias aquí. Pueden ser miembros de las triadas a inicio de temporada, neonazis o rednecks, policías, niners (la banda de negros de Stockton) e incluso figuras clave de SAMCRO. La venganza es el arco argumental que hace avanzar toda la séptima temporada y que, poco a poco, destruye las relaciones que Jackson y el club han tardado décadas en construir, tanto con otros grupos, como internas (hasta el punto en el que Jax asesina a sangre fría al presidente de otra sección por desconfianza).
No soy una buena persona
I’m not a good father. I’m a good man with my kids. I’m very generous with them. I’m very kind to then, but I am not a good father.
Mike Thyson
Si la venganza es el punto básico que mueve la trama, el descubrimiento del antihéroe como tal es quizá la conclusión más esperada y lógica. El capítulo final mantiene un pronunciado símil con el final de Breaking Bad, donde Walter White asegura el futuro de los suyos como un modo de resarcirse de todo lo que ha hecho.
Todo ello, requiere reconocer en uno mismo la maldad y aceptarla en un primer momento. Entonces, el camino de Jax Teller es tan nítido que la única brizna de libertad que queda en el aire es quemar rueda hacia delante. Es una actitud radicalmente opuesta a la que escoge Gemma en un primer momento, y asombrosamente cercana tras despedirse de su padre y de todo aquello que sentía debía ver por última vez.
Nero entiende todo esto, y por ello deja marchar a Gemma. Pero como bien dice en la serie, no lo hace para salvar a Gemma, sino a su amigo; sabe que en un extremo (el perdón) está la salvación de Jax —que, como buena tragedia, es impensable, pues ha sido educado desde niño para todo lo contrario; o bien nació predispuesto a ello, como Gemma apunta en reiteradas ocasiones sobre su hijo y también sobre su nieto mayor—, en el otro, la condena. Cuando Jax asesina a Unser y camina con su madre al jardín de las rosas blancas, sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Choca, no obstante, que sea su propia madre quien le ayude —figuradamente— a accionar el gatillo: “Somos lo que somos“, le dice. Porque SAMCRO es violencia, maldad y caos; y siempre lo fue.
Es algo tan obvio que el telespectador decide ignorarlo intencionadamente durante las siete temporadas. SAMCRO no son buenas personas, no se rodean de buenas personas, y no viven como buenas personas. Sin embargo, la televisión permite ese artificio, permite convertir el mal en épica, en leyenda y en libertad. No quiere decir que no haya bien en Tigger, en Chibs, en Rat, en Happy, en Bobby o en Jax, entre otros; se trata de acercarse a pequeños Don Draper, Tony Soprano o Walter White vestidos de moteros: tenemos suficiente información y acción para empatizar, pero llega el momento donde el giro argumental coge fuerza para caer por última vez frente a nosotros. En palabras de Jax: “A good father and a good outlaw can’t settle inside the same man.“
Redimirse llegados a un punto no es posible, por eso el antihéroe clásico casi siempre (Tony Soprano, por ejemplo, rompe este esquema) elige un camino distinto. Elige el bien haciendo el mal; o dicho de otro modo, elige eliminar a aquellos como él para hacer del mundo un lugar mejor; a su modo.
Patterson: Jackson, what happens at the end of the day?
Jax: The bad guys lose.
La arrogancia del presente
La mayoría de nosotros miramos el cementerio con desprecio o inconsciencia, la arrogancia del presente frente al pasado; de los vivos contra los muertos. Durante la última década, la televisión ha despertado conciencias más que normalizado el proceso. Las series miran a la muerte de mil formas, pero ya no es un tema que se obvie, sino que se profundiza en él de muy distintas formas. Evidentemente, el asesinato de Opie, de Clay o de Juice en Sons of Anarchy no tiene el mismo peso (empático) que el de Henry Lin u otros personajes todavía más secundarios, y una serie de acción tiene que saber crear diferentes entornos para los diferentes procesos que quiere transmitir al espectador (¿por qué nos penetra la mirada de decepción de Juice?, ¿la resignación de Gemma?, ¿la tristeza de Nero o de Jax, o de ambos llorando en el tejado?).
En Sons of Anachy, la muerte se descubre finalmente como reveladora para la mayoría de sus personajes. Juice, Gemma y Jax, por ejemplo, son la una última pincelada de este ciclo de sangre que no empezó con la muerte de Tara, sino muchos años atrás. Sin embargo, quedan cartas en el aire. La arrogancia del presente empaña un poco la visión final: Jackson no ha hecho más ni menos de lo que hizo su padre; está en paz con su destino, y se ha encaminado hacia su final. Algunos cuervos vuelan libres, otros todavía están creciendo. Y quizá sea cierto que no es lo que hacemos, es lo que somos.
Jax Teller dice a Nero: “When the time comes she needs to tell my sons who I really am. I’m not a good man. I’m a criminal and a killer. I need my sons to grow up hating the thought of me.” A diferencia de su propia historia, quien creció admirando a J.T., su padre, Jackson quiere que sus hijos se alejen del club. Jax cree que somos lo que hacemos, mientras que su madre, quien vio crecer a su hijo, veía en Abel —incluso en la elección del nombre encontramos lo que hacemos y lo que somos— un sino igual que el de su padre y el de su abuelo (somos lo que somos).
Enlaces relacionados: