Sopa boba en el siglo XXI

Por Pcelimendiz

Sra. Meritxell Batet

Presidenta del Congreso de los Diputados

Estimada Presidenta:

Permítame presentarme. Soy un Trabajador Social que trabaja en la Atención Primaria del Sistema Público de Servicios Sociales. Más concretamente, en el medio rural de Aragón.

Le escribo la presente con una mezcla infinita de dolor, rabia, resignación, impotencia, asco y frustración, motivada por la noticia que acabo de leer en el periódico y que dice que el Congreso que preside abrirá en Nochebuena para repartir cenas a personas sin recursos y que usted personalmente se encargará de entregarlas. Noticia.

Tal vez se pregunte cómo tan loable iniciativa puede generarme esos sentimientos tan cercanos al vómito. Le explico.

Formo parte de un colectivo, los profesionales del Trabajo Social y los Servicios Sociales, que llevamos mucho tiempo en primera línea de batalla contra la pobreza y la exclusión social. Presenciando impotentes el desarrollo de políticas sociales que, lejos de proteger a la población vulnerable, incrementan su sufrimiento y malestar. Sin medios, invisibilizados y ninguneados, viendo como las intolerables y escandalosas cifras de pobreza y desigualdad parecen no importar a los gobernantes de nuestro país. Poniéndole cara, ojos y realidad a esas cifras, en contacto con la población más vulnerable que representan.

Desde esas trincheras, a través de nuestra historia y en el momento actual hemos intentado que la protección social en nuestro país superase prácticas propias de otros tiempos, como la caridad, el asistencialismo, la beneficencia o la filantropía y las sustituyese por otras basadas en el rigor metodológico y en el conocimiento científico, asentadas en unos derechos sociales para toda la población.

Tal vez no lo conozca, pero en siglos pasados una de las políticas de asistencia a los pobres más frecuentes era lo que se conocía como “Sopa boba”, una especie de guiso que se componía con las sobras de los conventos y que se repartía a los pobres que acudían a sus puertas.

Hace ya 7 años, el colectivo de Marea Naranja en Aragón realizó una recreación de esta iniciativa para denunciar la regresión que estaba experimentando la política social del Estado. Le invito a que consulte esta entrada “Sopa Boba” y los enlaces que contiene. Desde entonces, hemos ido presenciando la deriva de la política social hacia prácticas cada vez más retrógradas, hasta el punto que la beneficencia y la caridad se han asumido como la respuesta preferida y dominante ante la pobreza y la exclusión.

Personalmente, creía que el Gobierno progresista que se encuentra representado en el Convento (digo en el Congreso) que preside daría un giro a estas políticas. La iniciativa que acaban de aceptar desarrollar indican lo contrario.

Pero le voy a ser sincero. No nos pilla de sorpresa. En el peor escenario desde hace décadas, con un incremento inusitado de la población vulnerable, fracasan ustedes con una medida como el Ingreso Mínimo Vital, llena de prejuicios en su diseño y de insuficiencias en su desarrollo, dejando claro que su modelo es otro. El de pocos derechos y mucha beneficencia.

Pero bueno, no nos queda otra que asumirlo.

Y en consecuencia, para que vea que le escribo de buena voluntad y que soy capaz de guardarme mi decepción para intentar ser útil, me atrevo a darle unos consejos para esa iniciativa que va a desarrollar. Llevo mucho tiempo estudiando el tipo de políticas que las impulsan, así que me considero capaz de darle una orientación experta que pongo, gratuitamente, a su disposición.

En primer lugar, no se vista ese día de manera muy alegre. Aunque sea Nochebuena, un vestido oscuro, negro si lo prefiere, con una falda debajo de la rodilla sería lo apropiado. ¿Recuerda las fotos de la Sra. Díaz Ayuso, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, durante la primera fase de la pandemia? Ese es el look. Gesto lánguido, mirada triste y perdida, manos en el pecho… Intente imitarla, es una verdadera experta en esas ceremonias, simulacros de la compasión.

Maquíllese como ella. Más bien poco y con el maquillaje debajo de los ojos ligeramente difuminado. Como sugiriendo que ha llorado un poco y que la situación de los pobres a los que está entregando los alimentos le entristece y le conmueve profundamente. Las fotos pueden quedarle estupendas.

Bien pensado, incluso podría invitar a la Sra. Diaz Ayuso a repartir las cenas con usted. Seguro que aceptaría. Al fin y al cabo, comparten ustedes los mismos valores y actitud caritativa. Ya veo los titulares: “Meritxell Batet e Isabel Diaz Ayuso aparcan sus diferencias por un día y se entregan desinteresadamente a aliviar a los pobres en esta Navidad”. Glorioso.

En cuanto a los pobres que van a acudir… Tendrá que darles usted unas cuantas instrucciones antes. Un protocolo o algo así. Que vengan desarrapados, pero sin pasarse de harapos, sucios pero no malolientes. Nada de dientes mellados o tetrabriks de vino barato, que eso da muy mala imagen. Elíjalos con cuidado. Alguna mujer con gesto sufriente y unos cuantos niños estratégicamente distribuidos en la fila, que eso queda siempre bien y le permitirá a usted hablar luego de las políticas de protección a la mujer o a la infancia.

Con respecto a la cena, no se vayan a pasar. Yo le recomiendo volver a los orígenes de la iniciativa. Si lo hacen en el contenido, háganlo también en las formas. Coherencia, se llama. Así que ya sabe: un buen caldero de sopa humeante y un buen cazo para repartirlo. Otro diputado, alguien de Podemos, pongo por caso por eso del Gobierno de coalición, puede estar previamente repartiendo mendrugos de pan entre el gentío de pobres, conveniente agolpado ante el caldero de sopa (manteniendo la distancia COVID, claro, que aunque vaya a deslucir un poco el acto, es necesaria).

Pues nada, ya me despido. Lamento haberle expuesto mi contrariedad con la iniciativa que van a desarrollar, que preferiría que hubieran sustituido por un poco de autocrítica respecto a su política social, esa que consiente esos niveles de pobreza que hacen necesarios esos indignos bancos de alimentos, tómbolas caritativas y cenas benéficas. Y si en lugar de presumir de los mismos, se encargaran de desarrollar políticas para que no fueran necesarios, no le harían falta mis consejos.

Mientras, procure seguirlos. Le aseguro que el acto quedará mucho mejor.

Atentamente.