Sordo

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Estos días he estado pensando bastante en mi padre.

Puede ser porque, desde que soy padre (¿les he contado que tengo un hijo?) cada vez que oigo "papá" pienso que se refieren a él. Que no puedo ser yo. Puede ser porque andamos liados con la pre-inscripción escolar del heredero y recuerdo lo fácil que lo tuvo él, mi padre, para elegir: él y yo estudiamos en el mismo colegio. Ahora vivo a 2500 kilómetros y se me haría bastante difícil conciliar si me salgo de mi zona educativa. Puede ser, y va a ser, porque cumplió años hace unos días (el mismo día que el Real Madrid, solo que él es más jovencito).

No he podido felicitarlo en condiciones. No por la distancia, que ahora hay una tecnología cojonuda. Sino porque mi padre está sordo como una tapia. A prueba de tecnologías. Así que lo felicité vía intérprete (la artista antes conocida como "mamá"). Y me he estado preguntando cuánto tiempo hace que es así. Cuánto tiempo hace que no nos comunicamos de tú a tú. Cuántas cosas no nos hemos contado por evitar el coñazo de los gritos, los "dile que...", los "que digo que...", los "ya te lo cuenta luego mamá".

Y ando preguntándome también cómo será estar ahí dentro. La diabetes y la sordera me atraparán en algún momento, como a tantos en mi familia. Cómo será estar rodeado de (casi) silencio. Aislado de (casi) cualquier conversación que ocurra a tu lado. Cuántos matices, detalles, inflexiones, susurros, murmullos, chismes, opiniones, confrontaciones, intercambios, canciones, reuniones, asambleas, tertulias, piropos se habrá perdido en estos años. Cómo será el hilo de pensamiento de alguien que ya no puede escuchar a los demás, que no puede pedir que le expliquen con detalles qué es eso que de primeras no entiende, que no puede aprender de la expresión oral de la experiencia ajena, que no puede disfrutar de la voz del otro. De la vida del otro.

Una mierda.

Y sin embargo hay gente que se hace la sorda voluntariamente.