Lo ocurrido es inexplicable, salvo que se introduzcan dos factores en la ecuación: el fraude electoral o el voto oculto de los que viven del sistema peronista podrido, que han engañado a los encuestadores afirmando que no votarían a Massa y después lo votaron.
La victoria del ministro responsable del desastre económico del país, cuya inflación es del 140 por ciento y cuya pobreza es una plaga peor que el COVID, es incomprensible, como lo fueron en España los resultados que obtuvo el socialista Pedro Sánchez, verdugo de los españoles y protagonista de un gobierno plagado de corrupción, odio, rasgos de tiranía y atentados contra la Constitución.
Las izquierdas se resisten a morir, salvo en países avanzados como Francia y otros de Europa, donde la población, cansada de ser engañada y aplastada con políticos ineptos, impuestos inútiles y corrupción galopante, las hizo casi desaparecer.
En países donde han tenido tiempo de crear redes clientelares y corrupción galopante, las izquierdas, apoyadas por la parte más degradada de la población, se resisten a morir.
En Argentina, gracias a su sistema electoral, queda la esperanza de una segunda vuelta, en la que el país puede reaccionar para rechazar la miseria del peronismo, pero en España, donde no existe segunda vuelta, los españoles han tenido que tragar de nuevo al destructor Sánchez, que en estos momentos intenta formar gobierno mediante concesiones mafiosas a los partidos más sucios y desleales y violaciones de la Constitución y la decencia.
Milei, por mucho que le tachen de ultraderechista y peligroso, representa una esperanza de cambio para una Argentina que si continúa en brazos del peronismo hasta puede estallar en conflictos civiles impulsados por el fracaso, la pobreza, el odio y la desesperación.
Francisco Rubiales