Con la ruta de los Galeones bien establecida, el negocio de las especias floreció: a la Península llegaban grandes cantidades de clavo, jengibre, canela, nuez moscada y otras que vendidas en los mercados europeos producían pingües ganancias. Pero pronto descubrieron que había otros productos muy interesantes para negociar.
Tuve acceso al Libro de Caja de don Lorenzo de Rugama, un importante militar que además de Maestre de bajel en el Galeón de Manila fue un gran negociante que vivió muchos años en Manila. Su Libro de Caja abarca 17 años, desde 1722 hasta 1739 y describe las mercancías que enviaba para ser negociadas. Entre otras encuentro docenas y docenas de pares de medias de algodón y seda para omes, blancas o turquí, hechas en China, preferentemente en Cantón. Peines de carey y peinetas por cientos, tibores con especias, un encargo de un cajón de baynilla para llevar a Cádiz, etc.
Después de mucho rebuscar apareció que “los elefantes eran unas piezas de tela indias, de 33 varas, de color, crudas o de abrigo que llevaban estampado un elefante”. ¡Algo así como las piezas de tela para sábanas “El burrito blanco” pero de la India!
En pecios de galeones han aparecido cosas curiosísimas: un orinal de peltre, metros y metros de gruesas cadenas de oro, una cadena con un silbato y adminículos de higiene personal como colgantes: palillo para dientes, cucharita para limpiar los oídos… Docenas y docenas de pocillos de porcelana y lo que me descolocó: ¡una plancha de alabastro!
Una sección de Elisa Gómez Pedraja para Curiosón, 2018