Una maldición de amor se apodera de todo mi ser, de mi voluntad, de mi destino.Ya no soy yo quien piensa ni quien obra porque me convierto en una marioneta de tus encantos.Soy muñeca que el destino y tu voluntad modifican de postura y de mueca según su antojo.Ya no soy capaz de razonar.Soy puro sentimiento y me dejo arrastrar por la locura del amor embriagador.En ese preciso instante, todo desaparece y el mundo entero se esfuma.El tiempo se detiene y todo gira alrededor nuestro: tu voz que me susurra amor al oído; tus labios que me roban – como niños traviesos – un beso que, con gusto, te hubiera regalado; tus manos que se entrelazan con las mías y nos invitan amirarnos a los ojos para perdernos, irremediablemente, en la mirada del otro.En ese momento, sólo nosotros habitamos este minúsculo planeta que flota en la inmensidad universal.Nada más importa.Nada más existe. Sólo tú y yo mirándonos a los ojos…
Me dejo llevar por los sentidos como la hoja se deja arrastrar por el viento sin ofrecer resistencia.Se me nubla la vista.Las pulsiones comandan y soy esclava de lo que siento, de tus ojos, de tu boca, de tus besos y de tus brazos.Soy sirviente que acata sin cuestionamientos lo que dictamina su amo.Obedezco en un ambiguo sentimiento de voluntad y culpa.Hoy río porque me haces feliz; mañana, lloro porque me lastimas.
Pasión que envuelve e inmoviliza con la misma fuerza que una avalancha arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Enamoramiento que se asemeja al nacimiento de una estrella: brillo, fuerza, luz que encandila, esplendor y belleza.Estoy a merced de tus encantos y ya no soy dueña de mis sentimientos, de mi destino ni de mi cordura.Giro en vueltas infinitas a tu alrededor, estrella que me atrae con toda su fuerza magnética que la física (con sus leyes) intenta explicar.Giro en torno a tí como la luna persigue a la tierra, deseando alcanzarla para asirla con fuerza y no dejarla escapar más.
En ese estado de dicha y desdicha, tus manos como duendes pícaros son capaces de tejer en mis cabellos guirnaldas de imaginarias flores, fabricadas con caricias.Aunque pudiera saber lo efímero de mis sensaciones, aún así, no importaría porque no soy capaz de escuchar a la razón. Sólo obedezco los dictamines de mi corazón, embrujado de amor por ti.En este mundo construido por pasiones y sensaciones, obedezco a tus ojos que me llaman, a tu boca que me promete cosas que – en poco tiempo – no recordarás haber dicho, a tus manos que me aferran con fuerzas, impidiendo que me aleje y a tus brazos que me contienen en abrazo protector (al mismo tiempo que cadena).En ese estado, cierro los ojos y me dejo llevar por lo que siento; me dejo arrastrar por la marea que me lleva a tu orilla para descansar sobre tu pecho.
Divino sortilegio de amor que ansío no se desvanezca.No puedo permitir que este sublime embrujo termine, entonces, ruego que no se trate de un perverso maleficio ejecutado por la certera destreza de alguna impiadosa hechicera.
Sufro, al mismo tiempo que disfruto, y siento que vivo más que nunca porque corre por mis venas no sólo sangre que me impulsa un halo de vida sino pasión que le imprime vida a mi sangre.Entonces, rendida a tus encantos, seducida por tus misterios, entrego a ti mi corazón para que seas su albacea.
©Silvina L. Fernández Di Lisio
Advertencia: A todo aquel que decida reproducir en forma parcial o total este texto es oportuno informarle que el copyright © del mismo pertenece a la autora, quien no cede ni comparte este derecho con ningún otro individuo.