El tuitero, escritor, académico, experiodista, navegante y degustador de arroces Arturo Pérez Reverte ha tenido a bien comentar el asunto de las acampadas. Un poco tarde y un poco “a verlas venir”, pero ya se sabe que siempre es mejor tarde que nunca.
También se sabe que Pérez Reverte es señor de una cierta mala leche y con pocos miramientos si de Twitter se trata, así que no sorprende demasiado esta andanada que se ha hecho célebre en la red:
“#acampadasol Que los españoles han dejado de ser cómplices pasivos. Borregos silenciosos mientras los esquilan y degüellan”
Y es que al académico no le preocupan demasiado las propuestas que salgan o no de las acampadas ni el futuro concreto del movimiento. Dice que lo revolucionario es el método, una “nueva guerrilla urbana” que aporta como principal valor su capacidad de montarse y desmontarse en un momento…
“Disolverse, reunirse, golpear con la palabra y la dignidad y desaparecer de nuevo. Hasta la próxima”
Y todo ello ¿para qué? Pues para que los políticos anden a partir de ahora con la mosca detrás de la oreja, temerosos de que les caiga un gorrazo imprevisto, desprovistos ya de una impunidad que nunca merecieron y que, desde luego, ahora no merecen porque..
“Es bueno que los políticos le tengan miedo a la gente. El miedo de un político es la mayor garantía de su rectitud”
Y a mí me parece que Reverte, por una vez y sin que sirva de precedente, lleva razón. Que no se va a sacar mayor beneficio de las protestas que el hecho de haber despertado y de poner en jaque a la clase política.
No es mucho, pero no está mal, sobre todo si pensamos que, por mucho que se diga, este país hizo la revolución del 68 a distancia, dejó morir a Franco en su cama y el 23F tenía las maletas a punto para salir corriendo. Siempre hay, claro, un Carrillo, un Suárez, un Gutiérrez Mellado que plantan cara. Y menos mal. No todo van a ser chorizos…sin pan suficiente, como rezan las pancartas.