A veces buscamos no solo entretenernos sino inspirarnos. A veces una serie nos pone a bailar, a cantar, a pensar, a sentir. Me gustan los perdedores, pero más me gustan los raros, que a la larga somos todos. Incluso la porrista preocupada por su reputación o su fuerte y autoritaria entrenadora, también el popular mariscal de campo del equipo de fútbol. En el fondo nadie es lo que parece.
Desde que empezó Glee, hemos sido atrapados por una ola de optimismo, buena música y baile, que se extiende mucho más allá de los capítulos y se queda en nuestros reproductores musicales por días. Pero lo que más me conmueve de Glee no son sus canciones y momentos emotivos, sino el profundo mensaje que lleva inmerso: todos tenemos una condición que nos hace especiales y diferentes, pero en el reconocimiento de esa diferencia nuestros derechos deben ser los mismos. El derecho a ser tratados legalmente iguales o el derecho a cantar libremente, da lo mismo.
Si no te gustan los musicales, pero te gusta la música; si no te gustan las historias de adolescentes, pero llevas un adolescente en tu corazón; si te sientes raro, por la razón que sea: Glee es la serie para ti. Porque la lucha por ser populares, exitosos o simplemente felices continúa por siempre y los años de colegio quedan atrapados en nuestra mente así nos hagamos grandes.
GLEE from Anton Atanasov on Vimeo.
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