Soy sonámbula

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

El otro día en Twitter, comentando alguno de mis episodios de sonambulismo, alguien me dijo que lo contase en el blog.

Y aunque creáis que este tema no tenga mucho que ver con la búsqueda del embarazo, indirectamente si que está relacionado, porque el sonambulismo se acentúa con el estrés, y precisamente la infertilidad nos regala mucho, muchísimo estrés. Así que os haré reír un rato, porque es inevitable, la verdad.

Siempre he sido sonámbula. Normalmente el sonambulismo desaparece en la adolescencia, o en la edad adulta, pero a mí no me ha abandonado. Y no me refiero a hablar por las noches, que eso es casi pan de cada día, sino a levantarme y hacer cosas con los ojos totalmente abiertos y sin ser consciente.

Tengo algunas anécdotas de cuando era pequeña, como que mi madre al ir a acostarse me vio “corriendo” encima de la cama, es decir, haciendo el gesto de correr pero sin moverme del sitio. U otra anécdota muy graciosa que me pasó con mi tío.

Mi tío y yo nos llevamos 6 años, y de pequeños éramos como hermanos. Cuando iba de vacaciones a casa de mi abuela, dormía en su habitación, porque él tenía dos camas. Yo debía tener unos 10 años, él 16, y volvió una noche sobre las 12. Mi madre estaba en el salón viendo la tele, y mi tío, entró y se sentó al borde de su cama para desvestirse, mirando hacia mí.

Dice que cuando se agachó a desabrocharse los zapatos y volvió a incorporarse, yo estaba sentada en la cama mirándole fijamente, con los ojos abiertos como platos.

Mi tío, que era un miedica, se fue corriendo al salón, y le dijo a mi madre muy asustado “quítamela de ahí eh! que le doy una ostia!” Mi madre riéndose vino a verme, pero yo ya me había vuelto a acostar. “Ves, ya se ha dormido, si ya sabes como es, no te asustes”.

Cuando volvió a su cama para seguir poniéndose el pijama, al quitarse la camiseta y volver a recuperar visión, volvió a verme a mí, mirándole fijamente otra vez. Volvió al salón a chivarse a mi madre, que o me cambiaba de habitación o me daba una patada. Después de que mi madre se riese de él otra vez, yo volví a acostarme y aquella noche no di más guerra.

Otro verano en casa de mi abuela, pasé la noche entera paseando por el pasillo, y cuando mi abuela me preguntaba a dónde iba, yo le respondía, “al parque”. Cuando me decía que me acostase yo lo hacía, pero al rato se ve que volvía a levantarme. Mi abuela al día siguiente de noches movidas siempre me decía “ay niña, vaya noche me has dado”.

Y de pequeña, multitud de anécdotas más.

Ya de adulta, ha ido más por épocas de estrés. Exámenes, presentación de proyectos, búsqueda de empleo, y sobre todo, la infertilidad.

En mi época universitaria me desperté un día con medio cuerpo fuera de la ventana. El camión de la basura estaba pasando y a mí siempre me ha fascinado verlo (que cosas, no?). Me di cuenta de que aquello podía ser peligroso y parece que al admitirlo, no volví a repetirlo. Igual que cuando pasé unos días muy cansada, que pensaba “qué estaré haciendo por las noches para que me duelan tanto las piernas?”. A los dos días me desperté, quieta, de pie, en medio de la habitación. Y enseguida lo supe. ¡Había estado durmiendo de pie muchos días!

Alguna vez en mitad de noche he empezado a coger a maridín fuerte, “cuidadoooo! que te caes al agua!!!” El pobre se cagaba de miedo, y yo, de mis propios gritos me despertaba.

Pero si me despierto en mitad de un episodio, aunque ya esté despierta, sigo haciendo la acción que empecé dormida, y me cuesta muchísimo encontrarle sentido a lo que hago. Es una situación de mucha desorientación y según lo que esté haciendo, muy angustiosa.

Últimamente, y antes de que descongelasen a Bolita, tuve dos o tres días seguidos que me despertaba medio gritando “las pastillas, las pastillaaaaaaas”. Y abría cajones, uno tras otro. Incluso ya despierta, pensaba “me falta por tomarme una pastilla, no sé cuál es, ¿cómo voy a acordarme? ¿dónde estarán?”

Maridín se despertaba y me preguntaba:

– ¿Te has tomado el Eutirox?

– Si.

– ¿Te has tomado el Femibion?

– Si.

– ¿La L-arginina?

– También.

– ¿Te toca cambiarte los parches?

– No.

– ¿Te pusiste la progesterona anoche?

– Si.

– ¿Entonces que falta?

– ¡¡¡No lo sé pero falta algooo!!!

Y esto acompañado de una subida repentina de pulsaciones y susto en el cuerpo. Este pasado domingo, precisamente, me desperté de la siesta igual. Llegué al salón, buscando algo y maridín me preguntó “estás despierta o dormida” y le respondí “no lo sé, estoy buscando las pastillas”. ¡Ja ja ja! Me río, pero cuando me pasa me quedo con un mal rollo en el cuerpo…

Hace no mucho también me desperté con un plato encima de la mesilla de noche. Al parecer, había ido hasta la cocina, cogido un plato y puesto mi móvil encima. Seguí durmiendo tranquilamente y al día siguiente maridín me dijo “sí, anoche estuviste de paseo”.

Y precisamente, el otro día, preocupada porque estos episodios pudieran afectar a Bolita, leí que el sonambulismo se acentúa en el embarazo, así que lo llevo claro.

En casa ya tenemos la norma de que, cuando yo me voy a dormir, está totalmente prohibido cualquier ruido que pueda desencadenar un nuevo episodio, y hacía ya una semana que no me pasaba, hasta este domingo. ¿Cuando será el próximo?

¿Alguien en la sala que sea sonámbulo? ¿Alguna anécdota graciosa?