Space Marine. Análisis

Publicado el 30 octubre 2011 por Portalgameover

Recuerdo claramente la primera vez que tomé contacto con el universo de Warhammer 40.000: cuando un amigo me dejó un libro que se había comprado y que respondía al nombre de Rogue Trader.

Era un raro juego, mezcla de rol y estrategia, basado en un universo futurista, clarísimamente influenciado por una novela que, por entonces, era bastante desconocida; “Starship Troopers”, pero muy nombrada en los círculos frikis más selectos.

Space Marine / Relic / PC, PS3, Xbox360

Con el tiempo, el juego aquel, que era un libro y se jugaba con cartones y sólo los más pudientes podían jugar con miniaturas (ah, aquellos marines de pico de pato), evolucionó en un impresionante negocio que cubrió de oro a la empresa madre, Games Workshop y acabó con la economía de muchos. Warhammer 40.000

Yo lo jugué hasta un par de años después de empezar la universidad, momento en que lo abandoné con la salida de la tercera edición, pues ni me gustaron los cambios de tal edición ni estaba yo para gastar mis escasos dineros en miniaturas1.

Pero sí que hubo algo que siempre deseé: un juego de ordenador basado en aquel universo tan bien ideado y construido. Sí, con el tiempo ha degenerado mucho, pero la ambientación y su imaginaría se me grabaron a fuego desde finales de los 80. Y ha habido algunos juegos basados en Warhammer 40.000, pero la mayoría resultaron en cosas como Fire Warrior (por lo que espero alguien fuera despedido) o se centraron en los RTS, como en el caso de los juegos de Relic2. Sólo una pequeña e ignorada joya basada en la variante Epic de Warhammer 40.000 llamó mi atención, a pesar de ser un desastre técnico.
Hasta hace poco.

Bailar pegados es bailar

Porque cuando probé la demo de Space Marine supe que había encontrado un juego de ese universo, en permanente guerra, que merecería la pena.

Y ya que hablo del universo, debemos comentar, aunque de forma muy resumida, en qué consiste la ambientación de Warhammer 40.000.
La frase que lo resume todo es “En el futuro, sólo hay guerra”. En el año 40.000 el Imperio de la Humanidad se expande por la galaxia bajo el mando de El Emperador, quien ayudó a la humanidad a conquistar las estrellas y ahora vive en un estado de vida asistida, 10.000 años después, gracias al Trono Dorado. Como es obvio, el Emperador es venerado por los hombres y asistido por diversas organizaciones creadas alrededor del culto absoluto a su persona. Entre ellas, los inquisidores, los Adeptus Mecanicus, la Guardia Imperial o los protagonistas del juego: los Adeptus Astartes, también conocidos como Marines Espaciales.

Embutidos en armaduras de casi tres metros3, éstos soldados, modificados genéticamente, son soldados de élite con la potencia de combate de un regimiento en un solo hombre. Nada es más temido por los enemigos del Emperador que los Adeptus Astartes.
Éstos se organizan en capítulos, que son las hermandades en las que se dividen los marines4. Ángeles Sangrientos, Lobos Espaciales o, como en el juego que nos ocupa, Ultramarines, que encarnan la pureza marcial y son el prototipo de Adeptus Astartes.

¡Qué no, coño! ¡Qué no quiero cambiarme de compañía del ADSL!

Pero hablemos del juego de una vez.
Space Marine no es un juego destinado a ser GOTY, ni falta que le hace.

De entrada, es sincero y no oculta su mayor influencia, que es Gears of War. Los juegos son tan parecidos que en muchos momentos parece que estemos jugando a un mod del título de Cliffy, o al menos a uno con el mismo motor5. Los personajes ruedan igual cuando esquivan, ralentizan su paso al hablar por radio y el los cambios de zona se produce el mismo molesto tirón de carga. Es más, algunos enemigos son calcados, como es el caso de los Tickers a los que se enfrentan Marcus y compañía y los Garrapatoz a los que dispararemos como locos nada más verlos.
Incluso nos veremos en una fase de ametralladora, porque, ¿qué es un juego actual sin fase de ametralladora?

Pero es, ¡ay!, en medio del combate, cuando Space Marine da un manotazo en la mesa y hace una declaración de intenciones que, no se si es por limitaciones del motor o por decisión de diseño, pero que me parece la mayor genialidad del título y su factor diferenciador: no hay sistema de cobertura.

Ultimate badass: el de arriba

Y es algo increíblemente consecuente: llevamos un maldito marine espacial y los marines espaciales no se caracterizan por ir escondiéndose detrás de sacos terreros ni por agacharse en cualquier parterré6. Un marine espacial tiene unos huevos que no le caben en la armadura y va siempre de frente al enemigo.

Francamente, y por estúpido que parezca, ese hecho, esa simple ausencia hace que Space Marine supure personalidad jugable. Olvidaros de un juego en el que hay que ir de cobertura en cobertura: aquí hay que planificar a toda velocidad el orden en que nos enfrentamos al enemigo, porque quitando momentos muy puntuales, no hay más manera de evitar que nos impacten que el movernos constantemente, lo que hace que necesitemos una consciencia situacional, que se dice en simulación de vuelo, considerable. Si no somos capaces de controlar quién y desde donde nos pueden atacar, moriremos muy pronto.

Afortunadamente, atacaremos tanto como nos atacan, si no más. Y con una panoplia de armas limitada pero eficaz y muy reconocible para los aficionados al sacacuartos de mesa.
Y alguna nueva, a modo de sorpresa.

Tienes algo en la frente: espera, que te lo quito

Cuando Titus, nuestro protagonista, llega al mundo forja Graia7 para ayudar en su defensa contra los Orkos8 lo hace molando; saltando de una nave desde la estratosfera, con una pistola en una mano y un cuchillo en la otra; y así que se pone a organizar la defensa y a disparar a todo lo que no sea blanco y ario.

La trama es absolutamente simple y sencilla, con el giro de guión más previsible que se pueda imaginar, pero muy bien implementada para que podamos recorrer todo tipo de paisajes y situaciones aplicables al universo del 41º milenio.
Y es que sí, la campaña es lineal como ella sola y sin sorpresas, pero su desarrollo ofrece diversión basándose el el simple principio de “hemos venido aquí a pegar tiros y hacer que las cosas exploten”.

Las cosas, desgraciadamente, se militan a barriles explosivos y al enemigo, porque los escenarios no resultan nada, pero nada, interactivos. Tampoco importa, la verdad.
Es más, el decorado es tan absolutamente fiel al espíritu del juego en que se inspira que en muchos momentos reconoceremos esa arquitectura gótico-futurista y esa obsesión por la mecanización de las estructuras de tantos y tantos dioramas. Ruinas, bases, fábricas… todo está diseñado con mucha coherencia argumental y jugable, salvando el detalle de que los marines espaciales no saben subir bordillos.
Lo que nos lleva a los problemas del juego.

"Nos superan en diez a uno. Pobres, no tienen una sola oportunidad".

Space Marine tiene problemas, y no son lo lineal o lo simple de la propuesta. El juego cae en errores ya superados en todo juego que se precie, como el que el protagonista no es capaz de subir un bordillo o saltar por encima de absolutamente nada. Y eso no supondría un problema, si no hubiera momentos del juego en que un enemigo se ponga encima de una piedra, fuera de nuestro cuerpo a cuerpo y no dispongamos de más arma a distancia que una pistola9 y nos frían mientras intentamos hacer algo al enemigo con los cañamones que suelta la pistola.

Adicionalmente, la recogida de ítems no está afinada y es muy normal no poder adquirir un arma porque nos hemos acercado demasiado para que se nos de la opción.
Otras cosas como el clipping de enemigos, o el popping, son menos graves y no suelen afectar a la jugabilidad; se quedan en un simple susto cuando vemos que un cadáver aparece a nuestro lado como si fuera un rumano en un semáforo.

Pero si hablamos de cuerpo a cuerpo, ahí hemos de detenernos: si el titulo parece un Gears of War es cuando nos metemos en faena, bañados en sangre hasta las rodillas, y cuando nos damos cuenta de que el juego tiene una gran parte beat ‘em up, que encima resulta mucho más divertida que el liarse a balazos.

Ya sea con la espada-sierra, con el hacha o con el martillo, la melé es apabullante, aniquiladora y absolutamente salvaje, hasta el punto de recordarnos al reciente Splatterhouse al ver a nuestro personaje exterminar a sus enemigos en una orgía de cuajarones y salpicones de sangre. Y será cuando aprendamos a usar la Furia (poco después de empezar el juego) cuando el cuerpo a cuerpo pasará a ser la opción preferida en la mayoría de ocasiones.

Y así es Ryanair en el año 40.000.

Dicha Furia la podremos usar cuando se llene una barra con la forma del símbolo de los Ultramarines, momento en el cual nos convertiremos en bestias (aun más) imparables en el combate cerrado mientras, además, regeneramos vida de forma constante.

Bastante avanzado el juego desbloquearemos el poder disparar en tiempo bala al estar en Furia, aunque tiene poca o nula utilidad cuando puedes incrustarle un hacha en la frente a tu rival. Pero el epítome del ostión se da en las fases en que llevamos a las espaldas un jet-pack y podemos descender sobre una turba de enemigos con un martillo-trueno, enviándolos al infierno del impacto.

Así pues, como decía el anuncio, es en las distancias cortas donde un Adeptus Astartes se la juega. A golpes, concretamente.

Y si será relevante este tipo de combate, que la única forma de recuperar vida es a base de ejecutar a los enemigos en cuerpo a cuerpo de formas brutales. Titus no regenera vida: no es una niñita con armadura verde ni un mojigato marine sacado de una mala novela de Clancy: es un maldito marine espacial y sólo con sangre se avanza en la guerra. Con la del enemigo, para más señas.
Sólo el escudo energético de la armadura regenera: la vida hay que ganársela. Y aquí no hay botiquines mágicos.

Cuando aturdamos a un enemigo tras quitarle suficiente vida y usar el botón adecuado, se nos dará la opción de rematarlo de una forma distinta en base al arma que llevemos: desde meterle la espada-sierra en las tripas y darle al encendido a clavarle un hacha en el pecho, pasando por el siempre gratificante aplastamiento generalizado por martillo. Dicha ejecución lanzará una animación en la que Titus acabará de forma dolorosa con el enemigo, pero, y en otro de los aciertos del juego, no somos invulnerables mientras se desarrolla, así que no será muy recomendable ponerse a ejecutar enemigos en medio de una melé multitudinaria.

En sábado, a las seis de la mañana, le tirarías los trastos. Y lo sabes.

El juego incluye, además, un modo online competitivo basado en niveles, que es la moda que nos asola, y se ha prometido un parche que incluirá modo cooperativo, pero a día de hoy no hay más noticias.

Y del citado modo competitivo no digo nada, porque no he conseguido jugar. Y es que el matchmaking no encuentra partidas10, y para añadir sal a la herida, el juego incluye Online Pass si queremos pasar del nivel 5.
Dentro de lo malo, la necesidad de pase online sólo a partir del nivel 5 nos da la oportunidad de probar el multijugador sin usar el código.

Space Marine es como una película ochentera con Dolph Lundgren: es cutre, previsible y hecha a base de trozos que ya has visto antes, pero joder, que tarde de diversión tan tremenda nos da.

Tiene fallos, pero son inferiores en número y molestia a los aciertos y resulta un título de lo más divertido, que es lo más importante. Y además, tiene una personalidad tremenda, al contrario de juegos recientes mucho más renombrados.

Seguro que muchos os preguntáis si merece la pena si no eres jugador o al menos conocedor de Warhammer 40.000. Pues sí, francamente, porque entretiene y mucho. Gana, obviamente, si somos aficionados al universo del Milenio Oscuro, de forma considerable, ya que veremos detalles y reconoceremos objetos por todas partes, pasando a ser puro fan service en algunos momentos, pero creo que es igualmente disfrutable sin saber qué es un Gretchin, qué es un bolter o sin tener ni puñetera idea de qué es un Titán.