Llegados al ecuador de Spartacus: War of the Damned, es buen momento para pasar balance a lo que hemos presenciado hasta ahora. En primer lugar, y desde mi punto de vista, estamos siendo testigos de un espectáculo grandioso e imponente.
Asistir a la campaña final en la que Espartaco y sus vastas hordas pusieron entre las cuerdas a la poderosa República Romana, supone un gran aliciente pero, además, continúa el desarrollo de personajes y se crean poderosas dinámicas entre ellos. Algo que, por otra parte, siempre ha sido un gran patrimonio de la serie, pese a quien pese. Las nuevas incorporaciones son de gran relevancia puesto que el bando romano ya está liderado por Marco Licinio Craso (soberbiamente interpretado por el británico Simon Merrells). Y a su lado, tenemos la oportunidad de ver a un joven Julio César. Una interpretación y una dirección del personaje que sorprende a la audiencia porque se centra en una época poco conocida. César es un joven patricio, de familia aristocrática, que trata de hacer méritos para satisfacer su ambición latente de poder y reconocimiento. El showrunner Steven S. De Knight siempre nos ha planteado una versión extrema y rugosa del periodo histórico y, por consiguiente, tanto Craso como César se integran en esta dinámica para darnos una visión aún más amenazadora y violenta de ambos personajes. Spartacus es lo que es. No pretende engañar a nadie y su propuesta es clara: violencia extrema y muy gráfica (como no hemos visto nunca antes), visceralidad, sexo explícito, depravación, intrigas, y conspiraciones. Pero este menú siempre se ha servido con ingenio y su adecuada combinación de elementos ha captado la atención de un sector de audiencia ávido por degustar un producto audiovisual que ha sido capaz de reflejar la brutalidad de una época histórica apasionante. Ya hemos reflexionado anteriormente sobre el valor intrínseco de esta serie y las causas de su continuidad cuando algunos la tachaban de "repetitiva y falta de ideas". Con esta nueva temporada, no sólo vuelve a demostrarse que esa última afirmación es falsa sino que se desmiente un argumento largamente esgrimido por varios sectores de la crítica. Y es que, habiendo desaparecido personajes trascendentales para las tramas argumentales como fueron Batiato, Lucrecia, e Illythia, muchos creían que la nueva temporada decaería sin remedio. Los resultados del visionado de la misma destruyen ese argumento porque tenemos en Marco Craso a un nuevo personaje colosal que no sólo sobresale como villano sino también como reflejo del hombre de su tiempo. Su crueldad siempre está complementada por su profundo sentido del honor, algo que está grabado a fuego en su alma de guerrero. Ante las dinámicas más lineales (aunque no por ello menos interesantes) de Espartaco y su tropa, Craso viene a aportar un nivel discursivo opuesto y brillante.