“Echographies”. Podría ser el título de un disco de Pink Floyd, pero no. Son las fotos esas que le hacen a las mujeres cuando están encintas. Y la verdad es que es un mundo muy interesante, pero sobre todo… frustrante.
Una vez visité un museo. Y aunque mi abuela me dice que tengo mucho arte, la verdad es que todo lo que está colgado en la pared nunca me ha llamado la atención. Llamadme simple.
–¡Simple!
Fuera del blog.
En la sala de Arte Moderno, y delante de un cuadro que mis ojos no alcanzaban a ver, un grupo de unas quince personas con aspecto así como de gilipollas estaban paradas y murmuraban, extasiadas, delante del lienzo. Que si oiga usted, que menuda obra de arte. Que si fíjate en esos colores tan vivos, que si el mensaje está tan súperclarotronco. Que si bueno, decía otro, que eso habría que debatirlo, pero que menudos trazos, que si arredios como captaba el autor la desesperanza y brevedad del tiempo, siempre retorcido, siempre onírico, nunca quieto.
Aquello llamó mi atención y me fui abriendo paso entre la muchedumbre de hipsters eslovacos para ver con mis propios ojos qué podía ser aquello tan maravilloso que daba pie a ese apasionado debate. Está claro que vivimos invadidos por mucho moderno comemocos, pero toda aquella gente me inquietaba; alguno hasta parecía que sabía de lo que hablaba. Diez segundos después lo tenía delante. Allí estaba.
Y entonces me acordé de Rachel Green.
Colores vivos no hay. Desesperanza sí. La mía. ¿Qué parte de la vida me había perdido que era incapaz de entender nada? Rachel Green, otra vez. Y la gente que babeaba ante semejante obra de arte. Yo les miraba y volvía mi vista de nuevo al colgajo de la pared. Nada. Como si me plantas una ecuación de segundo grado en cirílico.
Esa misma sensación que tuve delante de aquel cuadro, ya sabéis, la sensación esa de ser total y absolutamente gilipollas, unida al miedo a no quedar mal que te empuja a sonreír y a asentir con la cabeza como si supieses de que va la vaina. Bien, pues esa misma es la que vuelvo a experimentar cada vez que la ginecóloga me tiende las ecografías de mis hijos Batman y Robin, nombres provisionales.
Ovugirl las mira y las disfruta. Es normal. Ella ve esto.
Sonríe, se emociona, se toca la barriga y tal. Claro, así cualquiera. La ginecóloga gira la pantalla, me acerco y el corazón me late cada vez con más fuerza en el pecho, in the chest. Estoy a punto de ver a mis hijos, al futuro.
–Ummmm, sí… como mola–miento descaradamente.
–¿Sigues sin verlos, no?– pregunta Ovugirl
–Lo que no sé es como los ves tú.
–Pero, si está clarísimo: mira, ahí están los brazitos, el fémur, los ojos…
–¿El fémur? ¿Cómo que el fémur? ¿Es Pau Gasol? Yo solo les distingo la tibia y el yunke, no te jode. Yo no veo nada cari.
–Fíjate bien.
Y me fijo claro que me fijo, no me voy a fijar. No me había fijado tanto en nada desde la portada aquella del disco de Sabrina. Sigo sin ver nada. Ya era malísimo en los noventa en aquello que se puso de moda…¿No os acordáis? Había que fijar la vista en una página llena de cosas raras y de repente, te ponías bizco y te salía una figura molna en 3D. Nunca vi una. No sé que se siente. ¡Veo el Empire State, lo veo!
Cállate ya gordo.
Que ya cansas.
Me paso 20 segundos mirando la ecografía. Me la pego a los ojos y la voy separando poco a poco a ver si así noto por lo menos el contorno de los chavales, pero nada. La pongo lejos y me voy acercando yo a ver si así sí. Tampoco. Pero entonces durante unos segundos los veo, allí están. Mis hijos. Clark y Kent, nombres provisionales. Es la misma sensación que tienes cuando ves a la joven en vez de a la anciana.
–¡Los veo, los veo!
Pero dura un segundo. Y otra vez.
Y me vuelvo a acordar de Rachel Green que, en aquel capítulo de Friends, no era capaz de distinguir a su bebé en las ecografías. Os pongo los subtítulos en turco porque sé que sois mucho de ir a museos y que os va el rollo Otomano. Para que luego no digáis que este no es un blog hipster.
Sigo sin ver a la anciana, pero a mis mellizos, Han y Luke, empiezo a verlos.
No sé si os lo había dicho, pero son nombres provisionales.
Lo de los nombres da para otro artículo.
¡Salud hermanos!