De «Spider-Man» se ha hablado mucho: la incursión de U2 (Bono y The Edge), el presupuesto de 70 millones de dólares (53 millones de euros), los accidentes que obligaron incluso a detener las representaciones, el reiterado retraso en su estreno, las malas críticas, los líos con la directora original, Julie Taymor, y el contratado Philip Wm. McKinley... En el fondo, más publicidad para un espectáculo que tiene, como es de esperar, más ruido que nueces. Claro que el ruido es muy, muy ruidoso.
Me explico. La producción es absolutamente apabullante, especialmente en lo referente a los tan publicitados vuelos, realizados con una velocidad y una precisión espectaculares; la escena de la aparición de Spiderman y sus peleas contra mi aplauso para los ingenieros que los han diseñado. La escenografía, inspirada en el comic de Marvel y con numerosos guiños y detalles, está a la altura de lo esperable en una producción así, lo mismo que el perfecto sonido (algo que, como las bandas sonoras, mejor es cuando mejor se nota que existe, aunque si es malo se suele notar muchísimo) y la iluminación (los responsables no se han roto la cabeza para tratar de disimular las cuerdas que sostienen en el aire a los Spiderman, seguramente porque no les ha importado).
No sé si a los fans de U2 les gusta la música de «Spider-Man»; a mi, que no sigo apenas a los irlandeses, me parece irrelevante salvo dos o tres buenas canciones: «Boy falls from the sky», «Rise above» -las dos interpretadas por el protagonista (Reeve Carney)-, y un dúo de éste con su chica (Rebecca Faulkenberry). Los intérpretes y la dirección, correctos sin más.
En resumen: una pasada de producción para un musical normalito y entretenido. No me arrepiento de haberlo visto. Y una curiosidad. Dos filas delante de mi estaba David Duchovny, el protagonista de las series «Expediente X» y «Californication». Le hice una foto «robada» con el móvil, pero me vais a perdonar que no la publique, porque cuando se acercó una pareja para hacerse una foto con él, los rechazó y señaló, justificándose, que estaba con tres niños.