Ante esta situación, la respuesta de las marcas fue muy dispar. Muchas, anunciaron que pausaban su publicidad. Pero algunas, las más responsables, afrontaron la doble situación de crisis sanitaria e hibernación del consumo, y decidieron asumir su papel como agentes de cambio social. Es decir, volcaron su amplia capacidad de persuadir para remar en la dirección que marcaban las autoridades sanitarias.
Había que repetir –una y otra vez– que nos quedáramos en casa. Y, a la vez, había que subir la moral de la audiencia y hacerles sentir un poquito de felicidad. Pero, ¿cómo hablar de felicidad en un momento de crisis, con la población encerrada y con el número de muertos creciendo de día en día?
Estamos acostumbrados a que las marcas nos indiquen un camino desde la otra orilla, que nos hablen proponiendo soluciones desde una situación de estar a salvo. Pero, en este spot, Bankinter cuenta una preciosa historia desde el mismo lado del televisor: viendo las cosas como las vemos nosotros. Eso ayudó a conectar de manera más poderosa con el mensaje, y estableció una gran cercanía. Nos hablaba alguien que caminaba a nuestros lado y nos acompañaba, que vivía y sentía lo mismo que nosotros, y que lo sufría de la misma manera. El tono nos acogía, nos abrazaba.
Un anuncio bello y técnicamente impecable. Pero, sobre todo, un mensaje lleno de esperanza y emotividad, que supo promover los valores auténticamente humanos de la economía y del dinero. ¡Un diez por esta campaña!