Crónicas de Vestuario. –“Sprays, gestos, goles y bares”
Una primera mirada al Mundial 2014 nos muestra una competición extraña y fascinante. Es cierto que las fases previas suelen ser engañosas, que destacan a equipos que luego se difuminan, que en un torneo largo son aquellos que van de menos a más los que triunfan y que cualquier conclusión rápida puede irse al garete en la ruleta rusa que se plantea a partir de octavos. Pero, tras dos jornadas, ya se han visto muchas cosas claras.
La decadencia de los campeones de la pasada edición. No suele ocurrir, aunque ya le ha pasado a Francia en 2002 tras un ciclo casi tan exitoso como España y a los propios italianos en Sudáfrica 2010. Lo peor es lo estrepitoso de la caída. Aunque profundizaremos en ello en próximos artículos, lo que no tiene perdón para Don Vicente del Bosque y su equipo es que había un relevo detrás, una brillante generación que pedía paso y en la que el entrenador castellano no quiso confiar.
Entre lo que más ha destacado es el ver esas barreras bien quietecitas tras una marca de spray. La prueba del Mundial sub-21 funciona y es uno de esos inventos por los cuáles uno se pregunta por qué no existieron antes. Otra de las características, aparte de los modelitos de botas que ya casi no llaman la atención, está en los gestos tras meter goles. Neymar y su pandilla parecen haber impuesto el políticamente correcto gesto de los dos índices al cielo, muy de estos tiempos despiadados de hipocresía y mentira. ¿Al cielo, a un familiar, a quién? Una nadería muy interesante para rodar un spot publicitario. Vacío y propicio para un montón de interpretaciones… ¿Dónde están aquellos gestos espontáneos, por favor?
En la sustancia de lo visto, se ha comprobado en este Mundial 2014 la importancia del equipo, del trabajo colectivo, más allá de figuras y figurines. Porque el fútbol, por si no se habían dado cuenta, es un juego colectivo. Equipos que trabajan solidariamente, con un espíritu de sacrificio en cada uno de sus once jugadores, han sorprendido más allá de las individualidades. Hablo de un seleccionado como Costa Rica, donde todos se mueven disciplinadamente para imponer un ritmo infernal que ha logrado desactivar a colectivos tan brillantes como Italia. O ese México que fundió a los aspirantes máximos de Brasil con una plena exhibición de sacrificio. Un trabajo colectivo para desactivar a talentos individuales como Neymar o Messi. La figura argentina ha logrado esconder los múltiples defectos de una albiceleste mediocre y el brasileño, punta de lanza de un grupo musculoso y nada más, también ha conseguido oscurecer los defectos de un equipo previsible –poco hay que esperar de un tipo como Scolari- que siempre tendrá una ayudita extra, que para eso juegan en casa.
El desastre de los equipos africanos lo evitan onces como el de Costa de Marfil o el de Ghana –muy meritorio su empate ante los poderosos alemanes- pero es sólo un destello. Entre los europeos, Holanda, Francia y Bélgica pintan bien, casi tanto como una Alemania que ha tenido un aviso, pero que, como siempre en este torneo, acabará brillando. De América, aparte de la revelación de esa Costa Rica tan sorprendente y agradable, un México con buenos argumentos y una Colombia que pinta bastante bien, además de una Uruguay que, si repite la exhibición ante Inglaterra, con esos dos imparables arietes Cavani y, sobre todo, Luis Suárez, tiene muchas posibilidades si es capaz de sobrevivir a Italia. Por supuesto, Brasil y Argentina siempre estarán ahí, la veteranía es el mayor grado en este torneo.
Un Mundial de muchos goles, una herencia que quizás haya que agradecer a La Roja –la española, no esos mediocres chilenos que hicieron sangre de nuestras dudas- por su fútbol abierto y honrado, aunque lo que hayamos visto sea una sombra manierista de un estilo que –estamos seguros- volverá a brillar en la próxima cita europea. Siempre y cuando se aplique la debida cirugía, claro.
MANOLO D.ABADPublicado en la edición papel del diario "El Comercio" el lunes 23 de junio de 2014