Pero hay dos aspectos que convierten esta cinta en algo especial. Por un lado, su genial fotografía, que nunca deja de experimentar con el color y que aporta a muchas secuencias un aspecto casi onírico. Y por otro lado, la dirección de Korine, explosiva, indomable y con varios momentos para el recuerdo, como el primer atraco de las chicas, el momentazo Britney Spears, o un final que haría las delicias de Tony Montana.
Lo mejor: James Franco.
Lo peor: aunque es adrede, su argumento es mínimo.