Squirrels to the nuts

Publicado el 31 julio 2016 por Josep2010

O sea, ardillas a las nueces.
No es que sea una frase surrealista: es cinéfila. Pertenece a un clásico procedente de la magia de Lubitsch que algún día habrá que revisitar.
De momento centremos nuestra atención, si les place, en la última película dirigida por un cinéfilo ejemplar conocido de la casa: Peter Bogdanovich.
Bogdanovich junto con su ex-esposa Louise Stratten escribió un guión muy parecido a aquellos que seguramente él tiene en su mesilla de noche para relajarse en alguna noche de insomnio: una comedia clásica; de enredo; de amores que van y vienen; de procacidades exquisitas; de puertas que se abren y cierran; de la eterna lucha de sexos; ni un vodevil ni una alta comedia, pero con la indispensable dosis de locura.
La pieza la titulan ambos ex-cónyuges y asociados She's funny That Way y recibe como traducción Lío de Broadway lo que dice más acerca del infame traductor que de los autores del guión y del director de la película.
Para el cinéfilo, un cúmulo de tópicos conocidos.
Añejos.
De aquellos que indefectiblemente recuerdas con añoranza después de ver alguna estúpida comedia "moderna".

El guión parece dotado de una sinóptica muy simple: un hombre casado y con dos hijos llega a un hotel donde residirá mientras va a dirigir una obra de teatro y en su primera noche concierta una cita con una profesional a la que, a la mañana siguiente, propone entregarle la nada despreciable suma de 30.000 dólares para que pueda dedicarse a lo que más le plazca. Ella decide por fin presentarse a unas pruebas para ser actriz y ¡vaya coincidencia! él es el director de la obra. El autor se enamora de ella mientras la primera actriz, que es la esposa del director, se entusiasma y todos quieren contratarla, incluso el galán que sabe -porque la vió al llegar al hotel- que no es una desconocida para el director, intentando aprovecharse de la circunstancia. Entretanto, la novia del autor es una psicóloga más ida que bien centrada y es la que atiende a la acompañante aspirante a actriz y también a un juez que en su senectud está loco por la profesional y la persigue por donde sea gracias a los movimientos de un más anciano detective que.....
Es un guión clásico, vaya; no es novedoso; lo novedoso, en este siglo, es que los diálogos están afinados, las réplicas tienen un punto de romanticismo y mordacidad, y, lo más sorprendente, que el tempo de la comedia funciona a la perfección.
No hay momentos huecos ni pérdidas de ritmo y los actores, todos ellos, están de rechupete: Owen Wilson soporta impasible todo lo que le va ocurriendo a su personaje, Imogen Poots demuestra una capacidad ilimitada de dominar la cámara en un primer plano que sería insoportable para muchas actrices y Jennifer Aniston realiza su mejor trabajo en décadas, al punto que roba todas las escenas en las que aparece. Está claro que todo ello se debe a la sapiencia de Peter Bogdanovich que con setenta y cinco años demuestra mantener fresco su pulso y rápida su mente: de otro modo no cabe explicarse que, pasadas semanas de la visión de la película, todavía algunas escenas, en el recuerdo, muevan a la risa.
No alcanzo a entender cómo ha sido posible que esta muy buena comedia ha pasado sin pena ni gloria por nuestras pantallas en muy pocos días de exhibición, porque además de sus virtudes que la sitúan sin duda a un nivel de eficacia y clasicismo alto, deja algunas consideraciones de fondo que podrían ser objeto de debate más serio, aunque eso ya no sería una comedia sino un drama políticamente incorrecto, por calificarlo de forma posmoderna. Las frases aparecen como ráfagas de metralleta y algunas tienen más miga de la que parece a primera vista y no puedes atenderlas porque la vorágine te consume pero acabada la función algo surge del poso de risas. Es lo que tiene la comedia clásica que entre bromas y cachondeos clava alguna que otra puya. Los críticos serios de antaño a esto lo denominaban "segunda lectura" y quedaban como unos señores. Ahora, me temo, ya nadie está para una "segunda lectura" porque apenas si pueden entender la primera.
La pieza, que seguramente será difícil verla en pantalla grande, grande, es un bocado exquisito sin más pretensión que divertir haciendo cosquillas allí donde la inteligencia sobrevive recurriendo a mecanismos clásicos pero no obsoletos porque siguen -y seguirán por siempre- funcionando como un reloj al que, desde luego, no todos están capacitados para dar cuerda.
Si tienen la ocasión, sepan que va a ser una hora y media muy bien aprovechada. Se van a reír, seguro. Y cuidado con los "cameos": se nota que a Bogdanovich le aprecian.
Es de esas recomendaciones que uno da seguro de acertarla. Imperdible.
Tráiler
Por cierto: la frase de cabecera, el truhán protagonista la usa de "muleta". Faltaría más.