Sra. Pardo Bazán: con gusto la RAE le ofrecería un asiento, pero no cabría en él

Publicado el 17 septiembre 2014 por Desequilibros
Al parecer, Juan Valera fue uno de los principales opositores a la candidatura de Emilia Pardo Bazán a la Real Academia de la Lengua. Por aquel entonces ninguna mujer ocupaba sillón alguno en la RAE.

Juan Valera fue, entre otras cosas, diplomático

Como quiera que Doña Emilia no cejaba en su empeño (las malas lenguas señalan que solicitó en varias ocasiones su ingreso), Juan Valera urdió una estrategia para hacerla desistir definitivamente de sus intenciones.
Juan Valera fue, además de uno de los conspicuos representantes de la literatura del s. XIX, político y diplomático y, al parecer, era bastante quisquilloso con todos aquellos que le hacían sombra.
A lo que íbamos: la estratagema.
Juan Valera se puso en contacto con el Secretario de la Academia, D. Manuel Tamayo y Baus (tiene calle en Madrid: funcionario del Ministerio de la Gobernación, Secretario perpetuo de la Real Academia y director de la Biblioteca Nacional), dramaturgo él, de no demasiado éxito, por otra parte.
Y le propuso que invitase a la Academia a la escritora coruñesa, le enseñase los sillones que se utilizaban, muy tradicionales, y le explicase que no se podían cambiar, haciéndole ver que no podría sentarse en ellos por ser su "trasero" de mayor tamaño que el del resto de los señores académicos, añadiendo que habría de encargarle un sillón especial de características diferentes que desentonaría con el conjunto y sopondría una discriminación hacia el resto de los académicos.

Emilia Pardo Bazán

Y terminó haciéndole saber que en verdad la Academia gustosamente le ofreceria un asiento pero que lamentablemente no podría sentarse en él.
La excusa que se dio finalmente para denegar su ingreso fue que los estatutos de la institución lo prohibían y que, por ejemplo, ya se había denegado el sillón con anterioridad a Gertrudis Gómez de Avellaneda, como veremos más adeante.
Lo cierto es que ninguna norma vedaba la entrada de mujeres en la institución; de hecho, en 1784, María Isidra de Guzmán y de la Cerda (María de Guzmán según reza la calle que también tiene en Madrid), llegó a ser admitida como académica honoraria y, aunque pronunció su discurso de agradecimiento, no volvió a acudir más.
Eva Acosta, en Emilia Pardo Bazán: la luz en la batalla, explica cómo en 1886 se había mencionado el nombre de la Pardo Bazán como posible candidata a ingresar en la RAE, "pero quizá algún comentario dicho en petit comité, o las malévolas palabras de uno de sus colegas, dan origen al rumor de que la escritora ansía ser miembro de la Academia".

Manuel Tamayo y Baus

Aunque en una carta enviada a Gertrudis Gómez de Avellaneda asegura que nunca ha realizado el menor movimiento que ser admitida. Es más, cuenta cómo ha llegado a sus oídos el chisme de que algún académico la considera excluida de la corporación por carecer de derechos electorales.
En esa misma carta "ironiza con las hipotéticas razones que aducirían los señores académicos para negarle la entrada hasta a la mismísima santa Teresa, a la que dirían:
'Mal podríamos, estando usted delante, recrearnos con ciertos chascarrillos un poco picantes y muy salados que a última hora nos cuenta un académico. En las tertulias de hombres solos no hay nada más fastidiosito que una señora…'".

Otra anécdota cuenta que la propia Pardo Bazán dijo sobre el tema:
"si los señores académicos no quieren verme entre ellos porque dedican las sesiones a contar chistes verdes, cometen un error: yo me los sé buenísimos".

Gertrudis Gómez de Avellaneda

Doña Emilia, efectivamente, tenía méritos más que suficientes para entrar en la Academia: además de una obra extensa e importante, había desempeñado numerosos cargos en la vida política y cultural española: consejera de Instrucción Pública, Presidenta de la sección de Literatura del Ateneo de Madrid, creadora de la Biblioteca de la Mujer…
Y cuando, efectivamente, presenta su solicitud en 1912, la Academia se enfrentó a un buen problema, pues la Pardo bazán era amiga personal de Antonio Mauda, a la sazón presidente del gobierno, y el propio Alfonso XIII la había nombrado Condesa.
El tema se solucionó echando mano del acuerdo sexista de 1853 por el que se rechazó el ingreso de Gertrudis Gómez de Avellaneda. En ese acuerdo quedó claro que la Academia era cosa de hombres, aunque no todos estuvieran de acuerdo, como Pérez Galdós, aunque este tuviera entonces intereses personales en el tema, pues eran amantes.
Pero Emilia Pardo Bazán estaba convencida de su derecho a entrar en la Academia y "a no ser excluida de una distinción literaria como mujer (no como autor), pues sin falsa modestia te afirmo que soy el crítico más severo y duro de mis propias obras".
No se siente despechada ni tiene intención de hablar mal de la Acedemia, aunque todo el mundo lo pone en solfa; al fin y al cabo, ser académico no implica ser buen escritor.
Y continúa Eva Acosta en Emilia Pardo Bazán: la luz en la batalla:
"Hoy no imaginamos lo inconcebible que resultaba la pretensión de que una mujer entrara en la Real Academia Española. (…) En 1889, cuando las mujeres carecían de todo derecho politico y de casi todos los derechos sociales, para la mayoría la idea supone, sencillamente, un desatino.
No es la primera vez que la coruñesa se enfrenta a los límites que le marcan las convenciones de su época por el mero hecho de ser mujer, aunque cada día le indignan más (…)
En su reivindicación no busca el apoyo de las -pocas- contemporáneas  que comparten sus ideas (…) se distancia de las literatas (de la época); elige una filiación prestigiosa (se declara heredera de Gertrudis Gómez de Avellaneda) antes que que arriesgarse a ser confundida con aquellas a quienes, en el fondo, muy pocos -ni siquiera ella- toman en serio".

Para que se hagan un idea, las críticas que tuvo que sufrir eran del tipo "literata fea con peligro de volverse librepensadora", que le dedicó Marcelino Menéndez Pelayo. Y es que era difícil de digerir que Emilia Pardo bazán fuera la tercera autora más leída de su época, solo detrás de Galdós y Pereda.
La primera mujer en ser admitida como miembro de pleno derecho en la RAE fue Carmen Conde en... ¡1978! Y a día de hoy, la nómina de académicas es sospechosamente exigua, visto el elenco que compone tan docta institución. La lista se limita a seis: Carmen Iglesias, Margarita Salas, Soledad Puértolas, Inés Fernández Ordóñez, Carme Riera y la recién nombrada Aurora Egido.
Hoy es el aniverario del nacimiento de Doña Emila Pardo Bazán, una de las principales activistas españolas en defensa de los derechos de la mujer.
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"Al fondo a la izquierda", del 22-XII-2010, de Onda Latina.
• Eva Acosta; Emilia Pardo Bazán: la luz en la batalla. Editorial Lumen. Madrid 2007.
• Gregorio Doval; Anecdotario universal de cabecera. Ediciones del Prado. Madrid. 2003.
• Darío Villanueva; Emilia Pardo Bazán. El rechazo de la Real Academia Española.
• Sebastián Moreno; La Academia se divierte. La esfera de los libros. Madrid 2012.
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