En 1975, uno de aquellos fans convertidos en profesionales, Steve Englehart recibió el encargo de idear una serie de historias de 60 páginas para la revista genérica “Marvel Preview”. Era ésta una de esas colecciones “cajón de sastre” por la que iban desfilando personajes cuyas aventuras se serializaban durante cierto número de meses. Si la respuesta de los lectores era positiva, se consideraba la apertura de un título propio (Punisher, Blade, Sherlock Holmes, Satana o Kull pasaron en un momento u otro por sus páginas). Star-Lord, un héroe galáctico, fue uno de esos personajes pero por desgracia, su falta de dirección clara le hurtó el favor de los lectores y una carrera más brillante de la que merecía.
Las intenciones de Steve Englehart eran las de presentar a Peter Quill, un tipo inmoral, mentiroso, traicionero y dispuesto a matar si fuera necesario, e ir transformándolo en un auténtico héroe de talla cósmica. Esa evolución –dirigida por el interés que el escritor sentía entonces por la astrología y el ocultismo- tendría lugar al tiempo que se iba alejando progresivamente de la Tierra (una historia de acción en Mercurio, un romance en Venus, una guerra en Marte…) hasta abandonar definitivamente el Sistema Solar. Fue Steve Gan quien plasmaría gráficamente el aspecto del héroe por primera vez en “Marvel Preview” nº 4 (enero 1976), aunque en realidad llamaba más la atención la excelente ilustración que del personaje hizo Bernie Wrightson para ese mismo número.
Pero Englehart abandonó Marvel antes de tener tiempo de desarrollar la evolución cósmica prevista y eso marcó la futura indefinición del héroe. A John Warmer, editor de la colección, le gustaba el personaje por lo que se puso en contacto con el guionista Chris Claremont para que renovara (y eso que acaba de nacer) al personaje. Así, en “Marvel Preview” 11 (1977), volvía a presentarse a Peter Quill, esta vez con el origen que quedaría fijado definitivamente para él (todo lo definitivamente que estas cosas son en los comic-books).
Claremont prescindió del misticismo de Englehart, redujo la conflictividad moral del personaje y, manteniendo su personalidad algo antipática, lo hizo más heroico, más accesible al lector medio. En esta aventura tenemos esclavistas espaciales, batallas entre naves, duelos a espada, monstruos, villanos degenerados con secuaces odiosos, conspiraciones en el seno de imperios galácticos, una astronave inteligente y enamorada de su dueño e incluso un desenlace propio del culebrón… o de la space opera, porque eso es exactamente lo que con mucha habilidad nos presenta Claremont en la mejor tradición pulp de Flash Gordon, Buck Rogers o John Carter.
Lo que hace de ese número un cómic de aventuras espaciales casi perfecto es la excepcional sintonía artística de un joven John Byrne a los lápices entintado minuciosamente por Terry Austin. Como muchos magazines de Marvel en aquellos años, “Marvel Preview” se editaba en blanco y negro y el fantástico trabajo de ambos artistas saca el máximo provecho de ese formato. Byrne no teme experimentar con dinámicas composiciones de página y viñeta y narra la aventura con la energía y frescura que harían de él uno de los puntales de la editorial en los años venideros. Por su parte, Austin utiliza su fino entintado e inteligente trabajo con las tramas mecánicas para aportar profundidad y textura al dibujo. Fue la primera vez que se reuniría este equipo creativo, uno de los mejores de la historia de Marvel y responsable del ascenso meteórico al stardom de unos personajes malditos como los X-Men. Pero eso es otra historia…. ¿Era posible mejorar, o siquiera mantener, el nivel alcanzado en Star-Lord?
Eran los años de la fiebre de “Star Wars” –que se había estrenado en
Muchos años después, Star-Lord fue retomado para protagonizar una serie limitada de tres episodios cuya acción tenía lugar en el futuro y en la que el héroe tenía otra identidad, Sinjin Quarrell. En la colección de “Los Inhumanos” (2000) se presentaba una tercera versión del personaje a través de flashbacks, sugiriéndose que “Star-Lord” era en realidad una especie de cargo rotatorio de carácter cósmico. Peter Quill regresó como Star-Lord en 2004 dentro de la colección de “Thanos”, repitiendo en “Aniquilación” (2006), una de las macrosagas con las que Marvel bombardea periódicamente a sus lectores.
Otra miniserie de cuatro números (“Aniquilación: Conquista – Star-Lord”) guionizada por el irregular Keith Giffen precederá a su integración en los Guardianes de la Galaxia como líder del grupo. Tras la cancelación de la colección en su número 25, Star-Lord moriría en la miniserie “El Imperativo Thanos”. Así, a partir de su nacimiento como personaje independiente, con las posibilidades y libertad que ello ofrecía, Star-Lord acabó fagocitado en el repetitivo y previsible marco del Universo Marvel como uno más de la abultada galería de héroes cósmicos de la casa.
Al menos nos queda el Star-Lord de Claremont, Byrne y Austin, uno de los mejores cómics que nos ofreció Marvel en la década de los setenta (publicado aquí dentro de la serie “Aventuras Bizarras” de Ediciones Forum). Sus cincuenta páginas de extensión, con una historia autoconclusiva, un ritmo trepidante y un sentido de la maravilla nacido del amor por la ciencia-ficción más clásica, merecería una cuidada reedición en forma de álbum.
Ya en su momento, autores y editor reconocieron que habían conseguido algo especial. Hoy, treinta y cinco años después, la obra mantiene la frescura, encanto y talento de unos autores en lo mejor de su carrera.
Artículo original de Un universo de Ciencia Ficción