Star Trek: de Roddenberry a Abrams (y más allá)

Publicado el 13 abril 2014 por Moinelo @moinelo

Foto: Wikipedia

De niño me aterrorizaba ver evaporarse a los tripulantes de una nave espacial tras colocarse sobre unos círculos en el suelo. No me tranquilizaba que lo hicieran voluntariamente —lo hacía más retorcido— ni que esas personas aparecieran un momento después en otra parte, aparentemente iguales. ¿No sentían nada durante el proceso? Aún no había oído hablar de la suspensión de la incredulidad, que una cosa eran los dibujos animados, y otra era ver aquella serie «de mayores».
Unos años más tarde, por fin pude emocionarme con aquella mítica locución inicial del comandante Kirk llevándonos hacia la aventura del conocimiento, explorando la última frontera de la Humanidad: el desconocido y profundo espacio. Aquellos años sin computadores personales, sin teléfonos inteligentes, sin sondas circunnavegando Marte o explorando su superficie. Con unos armatostes en blanco y negro en los que los avances que imaginaba la ciencia-ficción de la época parecían todavía más sorprendentes.

Claro que los recursos de la época no permitían mucho más que situar al espectador en un entorno futurista, dejando lo demás para la imaginación. A pesar de los pobres efectos especiales y la colorida vestimenta —llamados irónicamente «pijamas»—, parece que los escenarios aguantan bastante bien el paso del tiempo —el interior de la Enterprise original ha sido recreado en series posteriores, sin desentonar demasiado—. Además, algunos de los artilugios que aparecen en la serie se diría que han sido inspiración para sus equivalentes de hoy en día: comunicadores y teléfonos móviles, memorias de almacenamiento y unidades USB, el «tricorder» y algunos dispositivos telemétricos de hoy en día. Incluso un antecedente —lejano— de los tablet actuales.
Nunca sabremos qué pasó exactamente por la cabeza de Gene Roddenberry cuando creó una de las series de televisión más importantes de la historia, pero es inevitable sospechar que gran parte de la inspiración le vino con la lectura de El viaje del Beagle Espacial (Alfred. B. van Vogt, 1950). En esta obra, una tripulación multidisciplinar viaja a bordo de una magnífica astronave a través del cosmos, en una misión que durará varios años y con el objeto de avanzar en el conocimiento. Los parecidos son insalvables. La cuestión es que Star Trek representa a la ciencia-ficción clásica de los 60 y 70, en donde primaba por encima de todo la historia, siendo de las primeras series de televisión en cuyos guiones participaron importantes escritores de ciencia-ficción del momento. Una ciencia-ficción de futuros lejanos, en la que el público debía poner su sentido de la maravilla. Futuros diferentes a los inmediatos del postmodernismo que vendrían décadas después, con unos efectos especiales hoy en día que nos lo dan todo bien mascadito.
Ahora bien, dicen que cuanto más azúcar, más dulce. Después de Odisea 2001 y sobre todo, tras el estreno de Star Wars, uno se preguntaba cómo hubiera sido aquella Star Trek si hubieran dispuesto para contar su fascinante y emocionante aventura a través de las estrellas, con aquella capacidad para los efectos visuales —que no fue tanto un gran despliegue técnico como de ingenio— que revolucionó la industria del entretenimiento
La respuesta vino diez años después de la cancelación de la serie original en la televisión con Star Trek: the motion picture (Robert Wise, 1979) y los efectos de Douglas TrumbullEncuentros en la tercera fase (1977)— y John DykstraStar Wars (id.)—. Con esta película se intentaban unir las generaciones de dos épocas: la perteneciente a la de la serie original cuando comenzaron grandes cambios sociales, con la del surgir de la posmodernidad de comienzos de los 80. Para definir el resultado usaré las palabras de Raúl Álvarez (IGN).
La primera, la original, la irrepetible, es también la más imaginativa, audaz y visionaria de la saga

A partir de aquí la franquicia siguió dos caminos, ambos para mi, equivocados: en la gran pantalla, las diferencias que surgieron respecto al guión de la primera película —en el fondo, una lucha de egos—, por considerarla demasiado humanista y trascendente dejando de lado al humor que también caracterizaba a la serie, provocaron que el creador Roddenberry quedara apartado de la franquicia cinematográfica. En su lugar apareció un tal Harve Bennett cuyo lema era:
Cuando uno va a donde ningún hombre ha ido antes, tiene que construir cosas, por lo que empieza a volverse caro

El motivo de que le contrataran fue seguramente que la película tuvo un éxito muy ajustado en términos económicos. Bennett provenía de la televisión y estaba acostumbrado a trabajar con presupuestos reducidos. Por tanto, llegó a Star Trek con el objetivo de gastarse la menor cantidad posible de dinero. Esto, junto a que la serie tenía previamente una legión de aficionados formada que se conformaban con todo lo que llevara su nombre, dio forma a la franquicia que conocemos. En palabras de Ángel Luis Sucasas (ScifiWorld)
su influencia [Bennett] se nota muchísimo en la serie clásica de películas Trek, porque todas tienen ese aire de cutredad y de serie B de la que carecen otros productos que sí parecen superproducciones, como Star Wars

Mientras tanto en la pequeña pantalla, Gene Roddenberry fue el amo y señor de la franquicia. Se había endiosado tanto que retocaba todos los guiones y hasta tenía una «biblia» como guía a la que había que ceñirse obligatoriamente. Para renovar la serie, Roddenberry pensó que había que contratar actores completamente distintos, tanto en rol como en apariencia. Para él, era necesario evitar cualquier identificación con la tripulación original. Su idea era crear personajes más homogéneos con la intención de lograr mayores posibilidades dramáticas, pero el resultado fue un conjunto de actores faltos de carisma, con una carga interpretativa demasiado repartida y monótona. Colocar a un «actor shakesperiano inglés calvo de mediana edad» —el esplendido Patrick Stewart— al frente de la Enterprise, no era mala idea y sí muy acorde con el espíritu trekkie, pero no suficiente como para cargar en este personaje todo el atractivo de la saga.
Los guiones, que habían sido el elemento diferenciador en la serie original por su calidad, en Star Trek: la nueva generación no pasaron de la anécdota. La presencia de Roddenberry y su obsesión por controlar los contenidos y la «fidelidad» con la idea original, provocó que algunos escritores colaboradores «huyeran», quedando guionistas de series de TV como Falcon Crest (Katharyn Powers) o series animadas (Michael Reaves), destacando tal vez Joseph Stefano (The Outer Limits), basando en exceso la serie en las relaciones entre los miembros de la tripulación y dejando el contenido de la ciencia-ficción en los tópicos habituales, sin arriesgar demasiado.
En general, uno tiene la impresión de que toda la franquicia de Star Trek —cine y televisión— tras el estreno de la película, ha sino una vía en la que todo el que ha podido ha metido cabeza para poder «sentirse realizado»: actores que hacen de directores —Shatner, Nimoy o Frakes—, o productores que son actores —hasta el propio Harve Bennett llegó a intervenir en un episodio—. Tampoco en la estética hubo nada innovador: los «pijamas» se convierten en «chandal» estilizados con hombreras en plan «fashion», para que se vea lo sobrados que van en ese siglo y lo poco necesario que sean funcionales. Que la conquista del espacio no ha de estar reñida con el estilismo «informal, pero arreglado». Lo de cambiar la antena de comunicaciones de la NCC-1701 por un óvalo con colorines, todo en plan «aerodinámico»... en fin.

¡Nooooo!

J.J. Abrams


La Nueva Generación en la gran pantalla fue declinando a pasos agigantados con los últimos estrenos. La explotación de la franquicia usando el mismo «universo» para contar cualquier peripecia por parte de un grupo indeterminado de personajes, tal vez fuera suficiente para los más acérrimos de la saga, pero por lo visto, no para el resto.
Una gran parte de lo que ofrecía la Star Trek Original era por sus personajes. La relaciones entre ellos son importantes, pero lo era más cómo se enfrentaban de manera tan distinta a los misteriosos problemas en los que se veían involucrados. Para afrontar estos sorprendentes retos, era necesario considerar todas las ópticas posibles —equivalente al holismo aplicado, especialidad del protagonista de El viaje del Beagle espacial—. La fría lógica vulcaniana o la emotiva intuición terráquea, mujeres u hombres, terrestres o aliens, cualquiera de sus visiones particulares merecía ser tenida en cuenta para comprender el Universo. Ese es el «mensaje Trek», y no basta con poner una tripulación multiracial y ser políticamente correcto.
Para relanzar esta saga y contentar al fandom y a la vez, a nuevos públicos para poder resultar rentable, la Paramount y el equipo de Abrams decidieron volver a los personajes más carismáticos de Star Trek: los originales. Y para ello han utilizado un recurso relativamente habitual en el universo Trekkie: los viajes en el tiempo. De esta manera, se han sacado de la manga algo intermedio entre el reboot y la precuela, de forma que se tiene libertad creativa para iniciar un nuevo camino partiendo de un punto anterior.
Abrams ha querido volver a la Star Trek de siempre pero con la tecnología aplicada al espectáculo visual de la que carecía. Para ello, podía haber puesto en práctica lo visto en la magnífica serie Fringe, cuyo factor sobresaliente son unos personajes llenos de fuerza, distintos pero bien complementados. Tal vez debido a sus compañías que han ido «Perdidas» con los guiones, han creado en su lugar un producto de consumo rápido que cumple muy bien como entretenimiento, pero no aguanta una segunda visualización.
Volver a tener la Star Trek de las criticas encubiertas a la guerra del Vietman o a la discriminación racial, sería anacrónico en nuestros «oscuros y posmodernos» días, pero sería deseable que la Paramount intentara crear algo más que un simple producto de entretenimiento fugaz.
Tengamos esperanza. Ahora que ya está lanzado de nuevo el universo Trek, queda mucho por delante. No se sabe aún quien será el comandante del proyecto, pero si sabemos que quedan mundos desconocidos, nuevas vidas y nueva civilizaciones por conocer en lugares, a los que todavía nadie ha podido llegar.

Leer más:

  • Star Trek: En la oscuridad (Star Trek Into Darkness, J.J. Abrams, 2013). El Pájaro Burlón. <enlace>. [acceso 11-abr-2014]
  • De ‘Star Trek’ a ‘Star Wars’, y tiro porque me toca. El País Cultural. <enlace>. [acceso 11-abr-2014]
  • Belleza y oscuridad. El Universal. <enlace>. [acceso 11-abr-2014]