La pintura, la música, la literatura, el teatro y, en general, todas las artes, son una suma de elementos. La técnica —el pincel, la escritura, la melodía, la escenografía— es básica. El contenido —crítica social, romance, nostalgia, historia—, imprescindible. No obstante, para que un cuadro de William Turner nos llegue a lo más hondo de nuestro ser o para que una canción de Bruce Springsteen nos suba la adrenalina hasta hacernos sudar por todo el cuerpo, es necesario algo más. ¿Algo? ¿Qué algo? Ese algo imperceptible con la vista e imposible de tocar, pero tan fácil de sentir: ilusión, amor, química, magia. Da igual que estemos delante de un clásico de Tolstoi o un bestseller de suspense, no importa si es una obra de David Mamet o una comedia ligera que sólo busca hacer pasar el rato. Si el espectador siente esa magia, esa ilusión con que el autor ha pintado una línea o ha compuesto una tonada, habrá conseguido su principal objetivo: emocionar al espectador, hacerlo vibrar de energía y aumentar su grado de entusiasmohasta tal punto que se vea reflejado en una sonrisa, una lágrima, un grito o una fuerte palpitación.
De semblante imperturbable a emoción y rabia perturbadoras. Cumberbatch baraja y maneja una amplitud sorprendente de registros, y lo hace con una fuerza física e intelectual únicamente comparables a su voz, rítmica y perforadora. Ni que decir, por tanto, lo importante que es ver esta película en su versión original, empezando por la entrada en escena del personaje de Cumberbatch. En lo que es un perfecto ejercicio de anticipación, escuchamos su voz antes de verlo a él en primer plano, pequeña joya momentánea que pierde toda la gracia si se escucha el doblaje. Lo mismo pasa con el resto de personajes, muy especialmente con Simon Pegg y Karl Urban, quienes construyen gran parte de sus personajes —Scotty y Bones—, con sus acentos escocés y australiano. Scotty y Bones son, precisamente, los dos grandes secundarios de Star Trek: en la oscuridad. En ellos recae gran parte del peso humorístico de la cinta, lleno de cinismo, ironía y divertidísimos diálogosque se compenetran a la perfección con los momentos más tensos y dramáticos del film. Junto a ellos, Bruce Greenwood, Zoe Saldana, John Cho y Anton Yelchin —este último con menos minutos en pantalla de los que me habría gustado— conforman, de nuevo, un fabuloso equipo interpretativo capitaneado por unos soberbios Chris Pine y Zachary Quinto en los papeles de James T. Kirk y Spock.
Dejamos por último el 3D. Para ello, voy a pasarme a la inusual y un poco egocéntrica primera persona del singular para hablar de la experiencia de ver Star Trek: en la oscuridad en 3D en la pantalla IMAX de Londres. No sé si realmente J.J. Abrams ha hecho un paso adelante en la utilización de esta técnica o si el resultado es sólo extremadamente satisfactorio cuando se complementa con una gigantesca pantalla de IMAX. Sospecho que la segunda. En realidad, el nuevo film de Abrams puede verse y disfrutarse perfectamente en dos dimensiones. Eso sí, ver esos primeros planos y esas escenas de acción magnificadas no tiene precio. La calidad del 3D, en este caso, es innegable, tanto en la profundidad de los escenarios, que introducen al espectador casi literalmente dentro de la película; como en la cantidad de objetos, naves y polvo de estrellas que salen disparados hacia el público. ¿Valoración de la experiencia en el BFI Imax de Londres? De 10, la misma nota que se ha ganado, por parte de una servidora, Stark Trek: en la oscuridad.
¿Que un 10 es demasiada nota? Seguramente. Pero, si no le ponemos un 10 a aquellas películas que una vez fuera del cine continúan fascinándonos durante días y semanas, sean del género que sean, ¿a cuáles se lo vamos a poner? El último punto es el entusiasmo, y en Star Trek: en la oscuridad, J.J. Abrams divierte, emociona y entretiene, todo con una calidad cinematográfica excelente. Sólo queda pedirle al señor Abrams, copiando el gesto de despedida típico vulcano, que viva larga y prósperamente para continuar disfrutando de la magia de sus películas. Y, por si acaso, añadiremos también un “que la fuerza le acompañe”.
Lo mejor: Cumberbatch, la música de Giacchino, la relación entre Kirk y Spock, las salidas de Simon Pegg y Karl Urban, la dirección de J.J. Abrams… y así hasta nombrar todos los componentes de la película.
Lo peor: que mi entusiasmo acostumbra a traducirse en críticas demasiado largas.
Nota: 10
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