Star Wars: El camino de la Fuerza nº03

Publicado el 08 marzo 2017 por Actiontales


Título: Episodio III
Autor: Francesc Marí
Portada: Emanuel Mendez
Publicado en: Marzo 2017
Tras lo sucedido en el templo, Ornesha y Lonus comparecen de nuevo frente al consejo jedi, que les encargará una nueva misión, seguir una misteriosa pista el selvático planeta de Cadannia.


Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana...

Creado por George Lucas
 
Ornesha Lera volvía a encontrarse en el centro de la sala del consejo, pero en esta ocasión estaba acompañada por Lonus, al que se le podían ver los nervios, que le recorrían de arriba abajo, en la expresión de su cara. No era muy habitual que un caballero jedi tuviera audiencia con el consejo al completo, pero después de lo sucedido los maestros habían considerado indispensable que ambos fueran a hablar con ellos.
En muy poco rato, la twi’lek y el humano habían ido a sus aposentos para limpiarse y arreglarse, para después regresar casi corriendo a la sala del consejo, para reemprender la reunión que se había visto interrumpida.
—En vista de lo sucedido, debemos replantearnos nuestras preferencias en cuanto al salvaguardar la Orden —afirmó el maestro Skywalker con voz calmada, antes de recostarse en el respaldo de su asiento y dar la palabra a Pinfeas.
Normalmente, Skywalker era un hombre parco en palabras, y dejaba que los demás maestros orquestaran las acciones que debían emprender los jedi. En muchas ocasiones, parecía que seguía considerándose un padawan que debía escuchar atentamente lo que decían los más sabios. Aunque eso no fuera cierto.
—Este ataque no debe tomarse a la ligera, por ello hemos decidido que, si bien los informes iniciales parecían indicarnos que los sith habían reaparecido muy lejos de aquí, no debe de haber sido así…
—Entiendo, maestro, ¿dónde debemos proseguir nuestras investigaciones? —preguntó Ornesha interrumpiendo a Pinfeas.
Los ojos extremadamente azules la miraron con severidad.
—La importancia de este asunto nos ha llevado a la conclusión de que debería ser otro caballero más experimentado el que se hiciera cargo del asunto —dijo Alziferis lanzándoles una mirada cargada de reproche.
—En concreto, alguien del consejo —concluyó Skywalker.
Ornesha y Lonus se quedaron con la boca abierta.
—Pero, maestro… —empezó a protestar Ornesha balbuceando.
—No hay nada más que decir —la interrumpió Pinfeas, haciéndola callar—. El consejo lo ha decidido así, y vosotros debéis acatar sus decisiones.
—Sí, maestro —dijeron Ornesha y Lonus al unísono.
—Podéis retiraros —les indicó amablemente Skywalker.
Los dos jedis abandonaron la sala en silencio, pero cuando las puertas se cerraron a sus espaldas, Lonus no pudo evitar abrir la boca.
—¿Y ya está? ¿Nos envían al Borde Exterior, casi nos mata un rancor, y ahora resulta que esto es demasiado importante para nosotros? —espetó el humano.
—Tranquilo, debemos acatar las órdenes —contestó la twi’lek.
—¿Qué? ¿Ahora resulta que acatas las normas?
—No exactamente —respondió Ornesha con una sonrisa en sus labios rosados.
—¿Qué te corre por esta cabecita? —preguntó Lonus tocándole la sien a Ornesha con el dedo índice.
—Nos han quitado la investigación, pero, mientras no nos den otra, podemos investigar por nuestra cuenta.
—¿No crees que los «sabios» se enfadarán?
—Si no descubrimos nada, lo guardamos en secreto; si tenemos éxito les informamos y recuperamos su confianza.
—¿Crees que hemos perdido su confianza?
—No, pero nos siguen tratando como si fuéramos meros aprendices —refunfuñó la twi’lek.
—Esa afirmación no es del todo correcta. —La voz calmada de Skywalker sonó tras ellos.
—¡Maestro! —exclamó Ornesha—. No pretendíamos…
—¿Investigar por vuestra cuenta? —preguntó con una irónica mirada Skywalker.
Tanto Ornesha como Lonus empezaron a balbucear intentando excusarse, pero no llegaron a decir nada comprensible.
—Tranquilos, no he venido a amonestaros. Al contrario, he venido a recompensaros por vuestro trabajo en Tatooine y aquí… Sobre todo el de aquí, marcasteis la diferencia. Sin duda.
—¿Recompensarnos? —preguntó Lonus sin saber qué pensar.
—Con una importante misión…
—Que también nos impedirá meternos en líos, ¿no? —dijo Ornesha con sarcasmo.
—Más o menos —respondió Skywalker—. Como os podéis suponer, lo más importante, a parte de hallar el origen de estos atacantes, es descubrir si entre las informaciones de Tatooine y lo sucedido hoy en el Templo existe una conexión. Por ello, debéis seguir la pista en Cadannia.
—¿Cadannia? ¿Qué tiene que ver Cadannia en esto? —preguntó sorprendida la twi’lek.
—Más de lo que pensáis —contestó el maestro—. Hará un tiempo, los informadores nos comunicaron que en ese apartado y salvaje planeta se habían detectado fuertes fuentes de Fuerza.
—No le entiendo.
—Desde que se reconstruyó la Orden, estamos buscando a personas susceptibles de convertirse en jedi, así como a antiguos caballeros ocultos durante la Purga, aunque, de momento, no hemos tenido suerte en este sentido. Pero, al parecer, en Cadannia puede encontrarse uno de estos caballeros de la antigua Orden.
—¿Y los atacantes de hoy? —preguntó Ornesha creyendo que aquello que Skywalker le explicaba no tenía ningún tipo de importancia.
—No te preocupes por ellos, debemos investigar que sucede en Cadannia. Si tras esa señal hay alguien poderoso, puede servirnos de ayuda o explicarnos algunas de las cosas que han sucedido hoy
—explicó Skywalker.
—Pero, ¿para qué podemos necesitar a un caballero jedi de antes del Imperio? —insistió Ornesha.
—Es en momentos como este que creo que no te enseñé lo suficientemente bien, Ornesha —le reprochó su maestro—. Lo necesitamos porque nosotros siempre nos hemos enfrentado a sith al descubierto, durante todo el Imperio supimos donde encontrar a nuestros enemigos. Sin embargo ellos tuvieron que lidiar con los sith ocultos.
—Ya, pero fallaron al detenerlos.
—Te equivocas, ellos no fallaron, sino que fueron los sith que se aprovecharon de la traición de uno de los nuestros —respondió con sequedad Skywalker haciendo referencia a su padre.
Ornesha no quiso insistir más, y permaneció callada, dejando que fuera Lonus el que intentara recuperar el tono amable de la conversación.
—Y si encontramos a alguien, ¿qué hacemos? —preguntó.
—Lo obvio, querido Naa, lo obvio —respondió Skywalker—. Traerlo a Coruscant.
Con esas palabras, Skywalker les regaló una amplia y agradable sonrisa y regresó a la sala del consejo, dejando a los dos jedi completamente desconcertados.
—Y ahora, ¿qué? —preguntó Lonus cuando el maestro jedi hubo desaparecido tras la puerta.
—Pues vamos a Cadannia —afirmó Ornesha encogiéndose de hombros.
—¿No vas a querer saltarte las normas?
—No, parece ser que esta misión es un encargo directo del maestro Skywalker, y no del consejo.
—¿Por qué lo dices?
—Si fuera una misión aprobada por el consejo, nos la hubieran comunicado en la sala, no fuera de ella.
Lonus hizo una exagerada mueca al captar la idea.
—Vamos, tenemos que partir cuanto antes —ordenó Ornesha.
Con paso ligero, los dos jedis emprendieron el camino para bajar de la torre en la que se reunía el consejo y se dirigió de nuevo a sus aposentos, para preparar todo aquello que podrían necesitar.
—¿Qué tipo de planeta es Cadannia? —preguntó Lonus.
—Por lo que sé es un planeta selvático con un alto porcentaje de humedad, así que lo mejor será coger ropa ligera y grandes reservas de agua potable —respondió ella quitándose la prenda superior de su túnica, dejando su voluptuoso cuerpo de color rosa a la vista
—¿Para qué? Si es un planeta tan húmedo seguro que habrá algún riachuelo, digo yo, ¿no? —protestó Lonus mientras sus ojos dejaban de mirar a los de la twi’lek.
—Pues dices mal —le contestó Ornesha acercándose a él—. Imagínate, por un instante, que hay un río y bebemos de él. El agua puede no ser potable, seguramente estará plagada de bacterias y, con total seguridad, no será el agua que conocemos nosotros —explicó la twi’lek acercándose a él, presionando sus pechos con el cuerpo de Lonus, que la observaba mirando desde arriba—. Así que, ¿qué debemos hacer?
—Coger reservas de agua —afirmó él—. Pero antes, debemos hacer cosas más importantes —concluyó Lonus cogiendo a Ornesha por la cintura y alzándola para poder besarla apasionadamente en los labios.
—¿Ahora? —preguntó ella falsamente sorprendida.
—Ahora —respondió él con la misma firmeza con la que sujetaba a su amada extraterrestre.
Fundidos en un abrazo, ambos se dejaron llevar por la pasión, mientras las largas colas de la cabeza Ornesha daban vueltas a su alrededor, mientras descubrían que los cuerpos de los humanos y los twi’lek eran más compatibles de lo que podían aparentar.

No sabían cuanto tiempo había pasado, pero eso les importaba poco. Estaban tumbados en la cama, Ornesha cruzaba su sugerente muslo sobre las piernas de Lonus, mientras este jugueteaba con de las largas protuberancias que salían de la cabeza de su pareja.
—Suerte que las normas han cambiado —dijo Ornesha—. No me puedo imaginar como los antiguos jedis podían soportar la castidad.
—Saltándosela —respondió Lonus soltando una carcajada—. El mismo maestro Skywalker es prueba de ello.
Ornesha asintió, antes de salir de sobre del humano y empujarlo fuera de la cama.
—¡Venga, joven padawan! Una misión nos espera —dijo ella saltando mientras su cuerpo desnudo se bamboleaba sensualmente.
—¡No me llames padawan! —protestó Lonus—. Además, hace un momento no parecías recordar que lo hubiera sido.
—Al contrario, lo recordaba, y me encanta —respondió ella soltando una risilla picarona mientras empezaba a vestirse con la ropa de tejido fino, perfecta para el clima de Cadannia.
Cuando los estuvieron listos, abandonaron sus habitaciones y se encaminaron con paso decidido hacia el hangar. Tan solo al cruzar la gran puerta de acceso, uno de los técnicos responsables del taller los recibió.
—Bueno, bueno, bueno, aquí tenemos los héroes del día —exclamó de forma simpática el rechoncho humano.
—Menos cachondeo, Vynks —contestó Lonus.
—Querrás decir sarcasmo. ¿No habéis visto el estropicio que habéis montado los dos solos? —les preguntó señalando hacia los restos del caza que habían estrellado en la entrada del Templo.
—Ha sido él —respondió rápidamente Ornesha.
—¿Yo? ¿De quién fue la idea? —protestó el humano.
Ornesha no contestó.
—Bueno, da igual —dijo Vynks—. Las discusiones de pareja las dejáis para otro momento. Ahora, si queréis seguirme, os enseñaré la nave que se ha destinado para vuestra misión.
Los dos humanos y la twi’lek pasaron entre las plataformas en las que había decenas de naves listas para ser utilizadas, en reparación, o completamente desmanteladas.
—Bueno, estimados jedis, aquí tenéis vuestro transporte —dijo Vynks deteniéndose frente a una de las naves que parecían fuera de servicio.
—¿Esto? —preguntó Ornesha.
—Vynks, te he dicho que menos bromas. Esto es imposible que despegue —dijo Lonus.
—Pues os equivocáis —afirmó el técnico acercándose a la nave y pulsando el botón de apertura.
Mientras la puerta se abría lentamente, los dos jedis observaron con cierto recelo la nave que les ofrecía Vynks. La mayor parte de la chapa parecía corroída por el óxido, tenía centenares de perforaciones de disparos láser, los cristales de las ventanas parecían a estar a punto de quebrarse, sin hablar de la capa de suciedad que la recubría.
Sin embargo, cuando accedieron al interior, pudieron comprobar que el aspecto exterior era solo eso, el exterior. El interior era moderno, funcional, limpio y parecía acabado de salir de la fábrica.
—Este es uno de los últimos modelos de camuflaje, lo llamo el «Despistador» —explicó con orgullo el técnico.
—Muy original, Vynks, muy original —dijo Lonus dándole unas palmaditas en el hombro.
Los dos jedis subieron sin más dilación al interior de la nave, mientras Vynks los contemplaba un poco nervioso.
—Y, por favor, devolved la nave entera —les advirtió con voz temblorosa.
—¿Cuándo no lo hemos hecho? —preguntó Lonus mientras la puerta se cerraba.
Vynks no le respondió, solo le dedicó una mirada cargada de ira homicida.
Una vez se cerró la puerta, y como era habitual, Lonus se sentó tras los mandos de pilotaje de la nave, mientras que Ornesha ocupaba el asiento del copiloto. No era que fuera una mal piloto, sin embargo, Lonus era mucho mejor y, porqué engañarnos, a ella no le gustaba estar horas controlando todos y cada uno de los indicadores que servían para pilotar.
—Vamos allá —dijo Lonus enciendo el motor de la nave y maniobrando para abandonar el hangar.
 
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