Título: Episodio (VIII)
Autor: Francesc Marí
Portada: Steve Argyle
Publicado en: Septiembre 2017
Tras las reveladoras palabras del maestro Windu, el consejo jedi ordena a Lonus Naa y a Ornesha Lera que se infiltren en los bajos fondos de Coruscant, con la misión de descubrir una pista que los lleve hasta los misteriosos jedi.
Creado por George Lucas
La bruma y los vapores calientes que desprendían las ventilaciones y las alcantarillas de los bajos fondos de Coruscant, eran lo suficientemente espesos para que los políticos y adinerados que vivían en las alturas no se percataran de los centenares, por no decir millones, de crímenes que se cometían en aquellos callejones de cemento y acero. Drogas, prostitución, asesinatos, eran algunos de los platos que se le podían servir al que desconociera aquel lugar. Por suerte, Lonus no era uno de ellos.
Los dos jedis paseaban entre la multitud que se agolpaba en aquellas calles llenas de actividades de todo tipo. Ambos habían dejado las túnicas de jedi en el Templo, y se había ataviado de un modo acorde para la ocasión.
Lonus vestía unos pantalones de militar, botas altas, una andrajosa camisa blanca y chaqueta de cuero. Daba la impresión de ser un hombre de recursos. Un punto medio entre un contrabandista y un ladrón. Además se encontraba en su salsa. No es que echara de menos aquel lugar, pero durante casi quince años había recorrido aquellas calles siendo uno más de los ladrones que se beneficiaba de los inocentes que bajaba allí.
Mientras Lonus caminaba seguro de sí mismo y del personaje que interpretaba, Ornesha no hacía más que refunfuñar:
—¿Por qué tengo que ir así vestida? —preguntó al oído de su compañero mientras señalaba con desagrado las prendas que cubrían su cuerpo.
—Yo creo que te sientan bien —respondió él con sorna.
La twi’lek le regaló una mirada de odio, un «te vas a enterar», por lo que Lonus no pudo dejar de excusarse:
—Lo siento, Ornesha. En estos sitios lo más normal para una twi’lek es ir vestida de este modo. La mayoría de tu especie que se encuentran aquí son esclavas, sirvientas o prostitutas.
—Pero yo no.
—Por supuesto que no, pero si hubieras venido vestida como yo hubieras destacado demasiado.
—¿Y crees que vestida así no destaco?
—Sí, pero no sorprendes, y mucho menos llevas a hacer preguntas que estén fuera de lugar.
Ornesha no quiso insistir más, Lonus se sentía orgulloso de que le hubieran dado aquella investigación, era la primera misión que llevaba por su cuenta en lugar de ser un mero segundón de la twi’lek. Sin embargo, ella seguía pensando que el hecho de haberla vestida de aquel modo, tenía que ver con alguna extraña fantasía erótica de Lonus.
Parecía que fuera desnuda. Su cabeza, habitualmente libre de engorrosos tocados, estaba cubierta por un casquete de cuero con unas tiras de cuero trenzadas alrededor de sus colas craneales. Y por el contrario, su cuerpo de color rosa chillón, que normalmente cubría con una túnica de jedi, ahora estaba prácticamente al descubierto. La parte superior de su cuerpo estaba cubierta por dos simples tiras de cueros que iban de los hombros hasta la cintura, cubriendo, con suerte, sus generosos pechos. De cintura para abajo, las tiras seguían, uniéndose en el centro de su cuerpo, dejando ver sus torneadas caderas. Por suerte, pensaba Ornesha con ironía, el pudor aparecía a partir de las rodillas, ya que sus pies y la parte baja de las piernas estaba protegida por unas botas de cuero a conjunto con las tiras y las diminutas braguitas que cubrían sus vergüenzas más íntimas.
—Sigo pensando que esto tiene que ver con tu mente calenturienta —afirmó la twi’lek tras volverse a mirar.
Lonus sonrió con malicia.
—Tú no te rías —le espetó—. Apenas puedo moverme sin dejar al aire uno de mis pechos. ¿Y si tenemos que luchar?
—Tendrás que pedirme primero tu sable —contestó Lonus.
—Sí, claro, por qué no tengo bolsillos —protestó ella.
Lonus se puso el dedo índice frente a su boca, pidiéndole silencio.
—Empezamos a atraer demasiadas miradas —susurró Lonus.
—¿Y qué debemos hacer?
—Disimular —respondió Lonus a la vez que le soltaba una palmada en el culo de Ornesha, para añadir casi gritando—: Pórtate bien, twi’lek, o tendré que volver a atarte.
Ornesha lo contempló con odio una vez más, pero sabía que como alguien supiera que eran jedis, sería difícil salir de ese lugar con vida. Así que, sin pensárselo demasiado, pegó su cuerpo al de Lonus como si suplicara con sus curvas que no volviera a atarla.
—Ha colado —susurró Lonus—. Acelera.
Ambos anduvieron más deprisa y giraron por una calle.
—Vale, pero la próxima vez serás tú el que se vista como un esclavo sexual —le advirtió Ornesha clavándole un dedo en el pecho, mientras Lonus no podía dejar de reír.
Tras un largo paseo, en el que callejearon sin parar, no encontraron ninguna pista que los pudiera llevar hasta los misteriosos sith enmascarados, así que optaron por hacer una investigación más directa entrando en todos locales que encontraban, aunque con ello empezaran a levantar sospechas a su alrededor.
—Ahora, cuando entremos, sígueme la corriente —ordenó Lonus deteniendo a Ornesha antes de entrar en el primer local.
—¿En qué sentido?
—Pues… —Lonus dudó en contarle la idea que tenía en mente desde que habían decidido empezar a preguntar.
—O me dices qué pretendes que haga, o regreso al Templo.
Lonus la miró titubeante, sabía que con lo qué le iba a decir se jugaba el físico.
—Bueno… He pensado que… Bueno, algunos de los hombres que interroguemos hablaran antes si están distraídos… Ya sabes.
—¿El qué debo saber? —Ornesha empezaba a enfadarse.
Lonus no respondió, solo bajó la mirada hasta dejarla a la altura del pecho de Ornesha.
—¿Se puede saber qué miras…? —preguntó ella dirigiendo los ojos a sus pechos.
Al comprenderlo, Ornesha levantó la cabeza enrojecida de furia.
—¿No pretenderás que…?
—Solo muestra tus encantos para que los interrogados estén más pendientes de ti que de lo qué yo le pregunte.
Ornesha no se atrevió a responder, porque sabía que si lo hacía acabaría cortando algún miembro de Lonus, y no pensaba precisamente en las manos.
Segundos después de que ella cruzara la puerta, un centenar de miradas se pegaron a su cuerpo. Hombres y mujeres de una decena de especies la observaban con ojos lascivos.
Lonus en seguida apareció y se puso a su lado, no por protegerla, sino para que los demás supieran que aquella chica alienígena no viajaba sola, ya que para protegerse, incluso sin sable, Ornesha se valía sola.
La pareja se acercó a la barra, dónde Lonus llamó la atención del barman, sin embargo este no le presto demasiada atención.
—Hola —dijo Lonus abalanzándose sobre la barra—. ¿Con quién tengo que hablar para conseguir algo de información?
Al oír aquella pregunta, el hombre se dirigió en seguida hacia ellos.
—Depende —respondió.
—Depende, ¿de qué? —preguntó Lonus.
—De lo grande que tengas el bolsillo…
El hombre quería negociar, pero cuando Ornesha también se abalanzó sobre la barra para escuchar la conversación, dejando entrever esas dos grandes virtudes, el hombre ya no supo que era lo que quería a cambio de la información.
Lonus sonrió, su plan había funcionado.
—¿Se ha visto alguien sospechoso últimamente por aquí?
—Todos somos sospechosos, incluso vosotros dos —respondió sin apenas mirar a Lonus.
—Quiero decir, si se ha visto a alguien blandiendo armas de color rojo.
—¿Rojo?
—Sí, sables de luz rojos.
Al oír aquello, el hombre dejó de prestar atención a Ornesha y se encaró de nuevo con Lonus.
—¿Qué tienes miedo a que los sith regresen? —le preguntó, y añadió volviendo a mirar a Ornesha—.
Vaya tipo más valiente te has buscado, ¿eh, preciosa?
—Dímelo a mí —respondió ella sonriendo.
—Pero, ¿has visto a alguien con esas armas o no?
—Los jedis se los cargaron a todos, ¿cómo va a quedar alguno?
Lonus permaneció en silencio, lo que el hombre comprendió como que estaba esperando una respuesta más clara.
—No, ¿vale? No he visto a nadie así. ¡Vaya tío más obsesionado! —exclamó al final, mientras intentaba ligar con Ornesha, que parecía reírle todas las gracias.
—Tu información nos ha sido muy útil —dijo Lonus dejando un par de créditos sobre la barra, para después dirigirse a la twi’lek—: ¿Nos vamos, cariño?
—¡Oh, sí, claro! —respondió ella fingiendo falsa alegría—. Adiós, simpático —dijo despidiéndose del barman.
Cuando ya casi estaban en la salida, Ornesha volvió a recuperar su tono habitual de voz:
—Un segundo más y le parto la cara a ese baboso —espetó la twi’lek.
—Esa es mi chica —contestó Lonus sonriendo cogiéndola por el hombro.
A lo que ella solo pudo hacer un largo suspiro antes de decir en tono desconsolado:
—Y solo ha sido el primer bar.
Sin embargo, en todos los bares, clubes, tabernas y antros de todo tipo en los que entraron, la respuesta fue muy similar a la que había dado aquel barman lascivo.
—¿Un sith? ¿Estás loco, chaval? —decía uno.
—¿Sables rojos? Hace diez años que no se ven por ningún sitio de la Galaxia —decía otro
—Y ahora, ¿qué? No damos pie con bola —protestó.
—Deberíamos regresar al Templo e informar al consejo, puede que ellos tengan una visión de conjunto.
Lonus levantó una ceja con suspicacia.
—Vale, seguramente tendrán menos ideas que nosotros, pero es lo que debemos hacer —admitió Ornesha.
Antes de que Lonus tuviera tiempo de seguir protestando, un inconfundible sonido llamó la atención de ambos. Entre el vapor, que dejaba de alzarse, tres haces de luz roja acompañaron al singular sonido que hacía un sable láser al activarse.Con una rapidez y una habilidad pasmosas, Lonus también activó su sable y le pasó a Ornesha el suyo para que hiciera lo propio.
—Venga, muchachos, acercaos —dijo Lonus poniéndose en posición de ataque—. He acabado con tantos de vosotros que he perdido la cuenta.
De entre la bruma salieron dos sith enmascarados, el primero blandía un único sable, pero el segundo llevaba uno en cada mano, y por la posición de ataque parecía más experto.
—¿A qué esperan para atacar? —se preguntó Lonus en voz alta.
Pero, justo cuando Ornesha estaba encogiéndose de hombros, los dos enmascarados empezaron a hablar con una misteriosa y enigmática voz grave, cavernosa, que resonaba más de lo que lo hubiera hecho una voz normal:
—He sabido que preguntáis por mí -dijeron al unísono.Lonus y Ornesha se miraron, y sin saber que decir, corrieron hacia sus enemigos, sabiendo que aquel era el único modo de detenerlos.
Continuará...
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