Con estos precedentes y unos trailers muy prometedores, uno esperaba con ilusión moderada la nueva entrega de Star Wars, aunque con un poco de inquietud a la hora de descubrir si el sello Disney, que ahora goza de los derechos de la franquicia, iba a infantilizar en exceso el producto. Los primeros minutos de metraje parecían presagiar lo contrario, sobre todo porque la película parecía centrarse en un aspecto inédito de la saga: la vida cotidiana de esos soldados imperiales que hasta entonces eran seres sin personalidad dispuestos a recibir en el pecho el correspondiente disparo láser de las tropas rebeldes. También se nos presenta a Kylo Ren, una especie de fanático de Darth Vader que parece haberse unido al lado oscuro de la fuerza para parecerse a él. Si bien al principio su presencia y sus poderes parecen imponentes, su actuación posterior en el devenir de la trama es más bien patética, aunque esto parece explicarse por el conflicto interno en el que vive el personaje. Respecto al resto del elenco, Abrams ha intentado realizar una especie de transición entre lo nuevo y lo viejo, colocando a Han Solo como uno de los protagonistas y alimentando el misterio durante toda la película en torno al destino de Luke Skywalker. Los nuevos personajes, al menos en principio, parecen ser sucesores de cada uno de los roles de los antiguos, aunque habrá que ver si en futuras entregas desarrollan personalidades diferenciadas.
¿Y cómo es Star Wars: el despertar de la fuerza, como película? Pues su principal lastre es un guión absolutamente falto de originalidad, que desarrolla prácticamente el mismo esquema que el episodio IV, incluyendo una Estrella de la Muerte mucho más grande y poderosa, pero igualmente vulnerable. Además, la trama está llena de casualidades y acciones explicadas a medias o no explicadas en absoluto. Hay veces en que las cosas parecen pasar porque sí, sin demasiada coherencia interna. A pesar de las explicaciones del principio, si como espectadores dejamos hace treinta años a una Alianza Rebelde triunfante, no sabemos muy bien de dónde ha salido esa Primera Orden y si la República se ha mantenido durante este tiempo. Y el tratamiento del concepto de la Fuerza... Mejor no hablar de eso, porque ya lo han hecho miles de espectadores en diferentes blogs y comentarios. Solo decir que ha sido un error de tal entidad, que difícilmente van a poder solventarlo con explicaciones razonables en la próxima entrega.
Si bien los efectos especiales son tremendamente efectivos, gracias al ritmo que le impone Abrams a la acción, pero todo esto está lastrado por el escaso interés que suscita lo que sucede en la pantalla, ya que uno sabe más o menos lo que va a pasar en cada momento. Todo demasiado previsible en esta nueva entrega, que da la impresión de haber reducido el universo original en la misma proporción en la que ha crecido la Estrella de la Muerte. No se puede decir que se trate de una película aburrida, ni mucho menos, pero una vez que uno sale de la sala y del influjo de los efectos especiales, lo que queda en buena medida es una decepción demasiado evidente. Esperemos que todos estos graves problemas se eliminen la próxima vez a través de un guión que exprima todo el potencial de este universo.