ADVERTENCIA: Esta crítica tiene SPOILERS y está escrita para quienes ya vieron la película. Sobre aviso no hay engaño: luego no anden chillando como Bane. *****Cuando George Lucas vendió los derechos de La Guerra de las Galaxias, la buena noticia –que el responsable de las tres mediocres precuelas de 1999, 2002 y 2005 no dirigiría las siguientes entregas- opacó a la potencialmente mala: que el nuevo dueño era la megacorporación Disney.Y digo que al final de cuentas esta transacción resultó ser mala noticia porque lo que podía pasar pasó: Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, EU, 2015), el capítulo siete en la saga de los Skywalker, no es más que un eficaz producto corporativo, hecho con el único fin de explotar la nostalgia de varias generaciones fanáticas de Star Wars.La película ha sido realizada con tal cautela, con tal cuidado, con tal cálculo, que resulta obvio el objetivo de no alienar a los fans de la saga con algún desarrollo dramático novedoso o excéntrico. Aunque, para ser justos, sí hay una auténtica novedad: el personaje central de este Episodio VII no es un héroe sino una heroína que, como lo marca la corriente hollywoodense dominante –y qué bueno que así sea- no necesita de bules para nadar. Así pues, la cacharrera Rey interpretada por la recién llegada Daisy Ridley no es ninguna damita joven que busca ser salvada por nadie: al contrario, es la nueva Luke Skywalker que, llegado el momento le salvará el pellejo a su enamorado –es un decir-, el stormtrooper desertor bautizado como Finn (John Boyega). Ya lo anoté en el párrafo anterior: en este Episodio VII hay una nueva Luke Skywalker; pero también un nuevo Darth Vader llamado Kylo Ren (Adam Driver, nada convincente sin su casco) que, para variar, tiene problemas familiares; un nuevo villano siniestro y poderoso, el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis animado) que es el nuevo Palpatine; y, para rizar el rizo, no podía faltar la muerte trágica de un viejo mentor que, para empeorar todo, es el mejor actor de la cinta, como sucedió antes en La Guerra de las Galaxias (Lucas, 1977) con el Obi Wan Kenobi de Alec Guiness.Es decir, el guion escrito por Lawrence Kasdan, Michael Arndt y el propio director J. J. Abrams es más un remake que una continuación: personajes y situaciones nos remiten una y otra vez a los Episodios IV y V, sin agregar nada realmente nuevo, a no ser la ya mencionada protagonista femenina y algunos chispazos de buen humor auto-paródico que se agradecen. Vamos, ni siquiera en el clímax hay riesgo alguno: de nuevo hay otra Estrella de la Muerte que destruir, solo que mucho más grandota.La premisa para echar a andar la nueva trilogía es simple: a pesar de que en El Retorno del Jedi (Marquand, 1983) vimos que había triunfado la República, han pasado varias décadas y ahora resulta que ha surgido un nuevo cártel de malosos aún más desalmados -haga de cuenta que en México, después de sufrir al PRI, eligiéramos al Partido Verde. Los nuevos villanos se han agrupado en la Primera Orden y son dirigidos por el Líder Supremo Snoke, que es apoyado por el hitleriano General Hux (Domnhall Gleeson, muy convincente) y el susodicho Kylo Ren, quien ha renegado de parte de su familia (la buena) para abrazar el legado de la otra parte (la mala). El resto del filme es, básicamente, un “greatest hits” de las películas de 1977 y 1980 y muy poco más.Ahora bien, no me malinterprete: de todas formas, la cinta se deja ver sin dificultad porque J. J. Abrams mantiene la historia en movimiento con una fluida puesta en imágenes, por los momentos de buen humor ya anotados y por la personalidad de las únicas dos auténticas estrellas en toda la película: Harrison Ford y Chewbacca -quien, por cierto, tiene las mejores líneas.Un último detalle, realmente ominoso: como Ford no aparecerá en las siguientes secuelas, ¿en quién caerá la responsabilidad de actuar bien en el resto de la saga? ¿En Mark Hamill? Ora sí que la Fuerza nos agarre confesados.