Casi dos décadas después, Lucas retomó la historia y realizó “La Amenaza Fantasma” (1999, Episodio I), “El Ataque de los Clones” (2002, Episodio II) y “La Venganza de los Sith” (2005, Episodio III).
Hasta aquí no descubrimos nada nuevo. Sin embargo si nos preguntamos quién dirigió esas 6 películas tal vez la respuesta no sea tan evidente: no todas llevan el sello de Lucas como director. “El Imperio Contraataca” fue dirigida por Irvin Kershner y “El Retorno del Jedi” por Richard Marquand.
¿Y qué conclusión podemos extraer de esto hecho, aparentemente anecdótico? Pues que el resultado final es lo que cuenta y no tanto las individualidades que participan en su elaboración. Me explico.
El mundo del cine es un buen escenario, si se me permite la expresión, para hacer explícito que un buen “producto” final depende de la colaboración de muchas personas con talento. De hecho, en el mundo de Hollywood suele tener más peso el productor que el director (si recordamos la entrega de los Oscar, por ejemplo, quien recibe el galardón en la categoría de “mejor película” es el productor). El productor es quien configura el equipo para la película (incluido el director) reservándose un papel importante pero de “back office” (todos recordamos grandes películas y los directores y actores que las hicieron posibles, pero … ¿alguien se acuerda de quien las produjo?).
Configurar el equipo es importante, obviamente, y una vez dado ese paso el papel relevante lo tiene el equipo.
Por otra parte, Star Wars nos permite tocar indirectamente otro aspecto interesante: la delegación. Lucas es un director (ya había dirigido “American Graffiti” por ejemplo) y como tal pudo dirigir todos los episodios (lo hizo en la segunda trilogía). No es fácil delegar en alguien el que haga una cosa que nosotros podemos hacer bien; probablemente no lo hará exactamente a nuestro gusto, tal vez cometa algún error, … Cuestiones que siempre tenemos encima de la mesa y que, en muchas ocasiones, hacen que sigamos “acaparando” poder, responsabilidad, funciones, … Sólo hay una excepción: delegamos cuando ya no podemos más (incluyamos aquí el apartado de “pasar un marrón”).
El concepto de empowerment (difícil de traducir, vendría a ser algo así como “dar poder”) es mucho más apropiado que el de delegar. Hacer crecer a nuestros colaboradores, permitiéndoles que cometan errores si es necesario, va mucho más allá de simplemente no tener tiempo para hacerlo todo y contar con los demás.
La organización, a medio y largo plazo, sale mucha más beneficiada si trabajamos con este planteamiento “positivo” (empowerment) que simplemente con el de “delegación” (buscando a la persona adecuada, el momento adecuado, la tarea adecuada, la forma de supervisar adecuada, ... para evitar los errores habituales que solemos cometer).
Una vez más, por tanto, hemos de seguir actuando bajo el corto plazo pero, de nuevo, con la vista puesta en el horizonte para saber claramente hacia dónde vamos.