En, más o menos, un año, la creación de George Lucas, bajo la dirección de J.J. Abrams, verá la luz y los sables láser volverán a emitir su característico zumbido.
No voy a hablar de Star Wars, tampoco de la historia de cómo empezó a gestarse la saga, de si la trilogía original es mucho mejor que la posterior, del traspaso de Lucasfilm a Disney y las dudas que generó o sigue generando, de las expectativas que ha levantado el séptimo episodio llamado "The Force Awakens" y de la ilusión que nos hace a muchos la vuelta de los míticos Mark Hammill, Carrie Fisher y Harrison Ford.
Como este es un blog de libros y música, mi artículo está dedicado a ese gran monstruo que es John Williams, uno de los principales referentes dentro de la composición musical fílmica y padre de obras míticas como E.T., Tiburón, Superman, Indiana Jones, Harry Potter y, cómo no, Star Wars. Este señor ha sido nominado en infinidad de ocasiones y premiado con cinco Oscars, además de otros premios como los Grammy, los Bafta o los Globos de Oro y ha dejado, para siempre, su impronta inconfundible en los anales cine. John Williams es una leyenda viva y un referente como compositor de bandas sonoras.
Nacido en 1932 en Long Island, Nueva York, ha trabajado con otros genios de la historia musical del cine americano como Miklós Rózsa, Elmer Bernstein, Henri Mancini o Jerry Goldsmith. Su primera nominación a los Oscar es del año 1967 (El valle de las muñecas), después vendrían 48 nominaciones más, lo que permite hacerse una idea del tiempo que lleva John Williams componiendo y al pie del cañón.
Todos esos trabajos a sus espaldas hubieran sido más que suficientes para encumbrar a John Williams, pero es cierto que la música de Star Wars consigue lanzar al compositor neoyorkino al hiperespacio a la velocidad de la luz. La partitura del maestro es sencillamente magistral, una banda sonora rebosante de matices, sin alejarse de la sinfonía o fanfarrias clásicas, pero grandilocuente y espectacular... y es que tiene de todo: temas de acción, temas más intimistas que rozan lo místico, temas claramente épicos alternados con las sombras del lado oscuro, coros... en fin, una obra maestra en la que John Williams despliega su interminable talento. Mítica, es el adjetivo definitivo.
Así que, desde aquí, mi humilde homenaje a uno de los músicos más importantes y destacados de la historia del cine. Bravo, maestro.