La dirección ha corrido a cargo de un valor seguro como J.J. Abrams. El director imprime un ritmo frenético de principio a fin, no dando casi ningún segundo de respiro, salvo para contarnos el intenso drama de los personajes de manera un tanto esquemática, todo ello salpicado con un puñado de simpáticas escenas. La pegadiza banda sonora enfatiza el tono de lo que nos vamos a encontrar unos momentos después. La mayor virtud del cineasta, en esta continuación de El retorno del Jedi, ha sido la de sacar el lado más positivo del género de aventuras, recordando a las mejores de la historia y entusiasmando tanto a adultos como a niños.
Por lo visto, el realizador ha tenido la inteligencia de rodearse de veteranos de lujo como Harrison Ford, Mark Hamill o Carrie Fisher y contar con un guionista bastante solvente como Lawrence Kasdan, pero sin olvidarse de estrellas necesarias para atraer a un público joven como Óscar Isaac, John Boyega o Daisy Ridley. Esta última explicó la suerte que ha tenido en que se fijaran en ella, pues antes de que la eligieran, su futuro no era muy halagüeño, ya que se había quedado en paro. Su participación nos ha encantado. El único pero que le ponemos a la interpretación, sin develarles nada, es el de la escena clave de la película que resulta muy poco convincente.
El tema principal de esta especie de notable cómic espacial es el de la fuerza que puede entenderse como un agudo guiño a la trascendencia; es decir, el lado luminoso de la fuerza representaría a Dios y a los valores frente al lado oscuro que representaría al mal y al Diablo. Por otra parte, puede servir para reflexionar sobre la amistad, el compañerismo y la lealtad. La necesidad del autoconocimiento tiene mucho que decir para sacar lo mejor de uno mismo, una realidad que puede permanecer oculta si no se dedica un tiempo a la meditación y a la profundización de la dimensión espiritual del ser humano (publicado en el Diario Ya).