Starship troopers (Paul Verhoeven, 1997. EEUU): loca y libre adaptación, vista por Verhoeven como un film de ciencia-ficción y acción genial, pura evasión repleta de vigor y gore, derpreciada en su momento pero que ha cogido, con el paso de los años, un innegable carácter de culto (hasta tres secuelas-basura ha generado), hasta ser considerada por algunos como una obra clave de la sci-fi de los 90. Cuatro amigos, dos chicos y dos chicas, se alistan en el ejército al terminar el instituto para así poder combatir unos enormes insectos con los que el planeta Tierra está en guerra. Lo de la propaganda para alistarse es sencillamente demencial, y sus satíricos paralelismos con las sociedades fascistas perturban, cuanto menos, al menos vista durante la administración Trump. Los efectos están bastante logrados y las escenas de batalla convencen sobradamente, apoyadas, de forma marcadamente irónica, por el tonito épico de la música. La constante referencia al género en sus dos etapas doradas, o al menos la primera de ellas (los años 50) está fuera de toda duda. Extraordinariamente retorcida. Lo único que sobra son las escenas de amor.
Starship troopers (Paul Verhoeven, 1997. EEUU): loca y libre adaptación, vista por Verhoeven como un film de ciencia-ficción y acción genial, pura evasión repleta de vigor y gore, derpreciada en su momento pero que ha cogido, con el paso de los años, un innegable carácter de culto (hasta tres secuelas-basura ha generado), hasta ser considerada por algunos como una obra clave de la sci-fi de los 90. Cuatro amigos, dos chicos y dos chicas, se alistan en el ejército al terminar el instituto para así poder combatir unos enormes insectos con los que el planeta Tierra está en guerra. Lo de la propaganda para alistarse es sencillamente demencial, y sus satíricos paralelismos con las sociedades fascistas perturban, cuanto menos, al menos vista durante la administración Trump. Los efectos están bastante logrados y las escenas de batalla convencen sobradamente, apoyadas, de forma marcadamente irónica, por el tonito épico de la música. La constante referencia al género en sus dos etapas doradas, o al menos la primera de ellas (los años 50) está fuera de toda duda. Extraordinariamente retorcida. Lo único que sobra son las escenas de amor.