Stefan Zweig: 'El mundo de ayer. Memorias de un europeo'

Publicado el 19 mayo 2011 por Polonius

“La edad de oro de la seguridad” Así define Stefan Zweig la Europa que precedió a la primera guerra mundial y en la que él creció, una época que pronto echaría de menos y que fue engullida por todo lo que ya sabemos. De cómo desapareció ese “mundo de ayer” es de lo que tratan estas memorias, que en realidad quieren ser el relato de la derrota de la civilización, y de cómo la cultura sucumbió ante los instintos. Zweig las escribió en 1940 y en tierra extraña, desposeído, con sus obras prohibidas en su país, después de haber conocido el éxito y la fama. Poco después se suicidaría.

Sobra decir que la vida de Zweig había sido hasta entonces la de un privilegiado. Nacido en una familia de la alta burguesía vienesa, la narración de sus primeros años no es sólo el aprendizaje de un escritor, o la formación de un intelectual, sino un repaso a la cultura europea de principios de siglo: los nombres de Rilke, Freud, Rodin, Strauss, Hoffmansthal, Schnitzler, junto a otros ya más pasados como Rolland o Verhaeren, atraviesan el libro como tal cosa, y hacen de él mucho más que el mero recuerdo de una vida privada.

Aún así, lo más interesante no es el retrato de estos personajes, sino la nostálgica descripción del Imperio Austrohúngaro, la mítica Kakania que para Zweig condensaba lo mejor del espíritu europeo. Los capítulos iniciales dedicados a la educación, las costumbres y la vida sexual de la época valen la pena por si solos. Pero la intención del libro no es sólo intentar demostrar, ya en 1940, que hubo una vez un periodo de paz en Europa en el que la confianza, la esperanza y la seguridad eran la norma, sino contraponer esos días tranquilos a la tormenta que recorrerá Europa desde 1914. Todavía en el verano de ese año, Zweig pensaba que no había un tiempo que diese más razones para el optimismo y para que se alcanzase la “unidad espiritual” del continente, el fin último al que aspiraba.

Luego llegará la guerra, el regreso de los soldados a páíses recién creados, el intervalo de entreguerras en el que la confianza parece recuperarse y por último el ascenso de los nazis y la nueva guerra que Zweig apenas verá comenzar, ya en una situación penosa. Lo digo de pasada pero son muchas páginas de un total de 500 largas que se leen de un tirón, no ya por los temas tratados sino por el estilo claro de Zweig, que además es testigo de momentos cruciales de la Historia con mayúsculas: el exilio del emperador Carlos I, las primeras acciones fascistas en Italia, las primeras camisas pardas, los aplausos socialdemócratas a los nazis en el Reichstag, el parlamento británico celebrando el inútil papel que trajo Chamberlain y muchas escenas más de la historia de Europa, vistas por alguien para quien esa palabra designa más una manera de ver el mundo que unos límites geográficos. Algunos retratos, como el del ambiente de la Alemania de entreguerras, son realmente vívidos y creo que ayudan entender mucho de lo que vino después. Y algunas anécdotas, como los favores persónales que le prodigó el mismo Mussolini, dan idea del relieve que tenía quien nos habla.

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