Lo mejor de este tan publicato texto es su precio: 5 euros. Esto no es un alegato. Es un panfleto. Y de los malos. Un refrito. Se nos dice ¡Indignaos!, pero eso sí, pacíficamente. Indignación y paz son para mí antónimos. Al margen: es muy fácil, con 93 años, en el canto de la sepultura, y con una buena pensión a juzgar por los cargos que desempeñó el tal Stéphane Hessel gritar: ¡Indignaos! No, Stéphane, tío, ya estamos lo suficientemente indignados y más aún. Lo que queremos escuchar son propuestas firmes para que esa indignación de sus frutos y no cadáveres en las calles. Lo dicho: lo mejor de este panfleto es el precio. Además, ¿por qué no se indignaron él y sus colegas y nos dejaron un mundo mejor y no esta mierda?
Se atreven a decirnos que el Estado ya no puede garantizar los costes de estas medidas ciudadanas. Pero ¿cómo puede ser que actualmente no haya suficiente dinero para mantener y prolongar estas conquistas cuando la producción de riqueza ha aumentado considerablemente desde la Liberación, un periodo en el que Europa estaba en la ruina? Pues porque el poder del dinero, tan combatido por la Resistencia, nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general. Nunca había sido tan importante la distancia entre los más pobres y los más ricos, ni tan alentad la competitividad y la carrera por el dinero.
Stéphane Hessel. ¡INDIGNADOS!. Prólogo de José Luis Sampedro. Traducción de Telmo Moreno Lanaspa. Ediciones Destino, Barcelona, primera edición: febrero de 2011.