En 1762, Laurence Sterne, que hasta entonces había publicado seis volúmenes de su novela La vida y las opiniones del caballero Tristam Shandy, viajó a París para divertirse y hacer turismo. Sin embargo, poco turismo pudo hacer: era la nueva sensación literaria inglesa y fue tratado como tal. En una carta a su amigo David Garrik, el famoso actor, Sterne habla de las invitaciones que ha recibido de Michel-Étienne Lepeletier, conde de Saint-Fargeau; del barón d’Holbach; del conde de Limburg-Stirum; y de Claude de Thiard, conde de Bissy. El duque de Orléans encargó un retrato de Sterne para añadirlo a su colección de los extranjeros ilustres que visitaban Francia.* Ahora bien, el encuentro más importante de Sterne en París, el que realmente importa, es el que mantuvo con Denis Diderot. Desde París, Sterne escribió a su editor londinense, Thomas Becket, y le pidió que le enviara unos cuantos libros ingleses para sus nuevos admiradores franceses: entre éstos se encontraban “los 6 vols. de Shandy”, que Sterne regalaría a Diderot. En septiembre de 1762, éste escribió una carta a su amiga Sophie Valland en la que describía Tristam Shandy como “el más loco, sabio y entretenido de los libros”. Esta novela, pensaba Diderot, había reinventado el arte de la novela.
* Sterne también entabló amistad con Crébillon fils, escritor de pequeñas novelas libertinas. Se hicieron tan buenos amigos, y entendieron tan bien los proyectos mutuos, que terminaron llevando a cabo uno de los grandes experimentos perdidos de la historia de la novela: “Crébillon escribiría una carta atacando “las faltas de decoro de T. Shandy”, y Sterne respondería “recriminando el atrevimiento” de las novelas de Crébillon, Luego publicarían juntas las dos cartas y se repartirían los beneficios.
Adam Thirlwell
La novela múltiple
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A finales de los setenta, Javier Marías estuvo viviendo una temporada en Barcelona. Su casa estaba en un sexto piso y, justo encima, en el ático, vivía su amigo Félix de Azúa. Marías estaba entonces traduciendo Tristram Shandy, de Sterne —sería Premio Nacional de Traducción en 1979— y Azúa, Novelas, de Diderot, ambos para la colección de Clásicos de Alfaguara.
Y cuentan, Marías y Azúa, cómo se encontraban de vez en cuando en el portal o en el ascensor, o se hacían consultas sobre sus respectivas traducciones, y no podían evitar pensar en que Sterne y Diderot también eran amigos, y que se encontraban también de vez en cuando mientras escribían lo que ellos, doscientos años después, estaban, allí en Barcelona, traduciendo.
Jesús Marchamalo
Sterne y Diderot, vecinos en Barcelona
Previamente en Calle del Orco:
El Diderot para quien el mundo existió, Hugo von Hofmannsthal
Este festín de inteligencia, humor y fantasía, Milan Kundera
Creo ver en esta sonrisa una radical melancolía
La novela no está agotada, Milan Kundera