Steve Jobs
La muerte de Jobs nos ha cogido a todos por sorpresa. Era una de esas crónicas que todos los diarios tenían escritas para cuando el día llegase, pero el hecho de leer el titular sigue impactando.
Se le tiene que reconocer que siempre ha seguido una misma línea de pensamiento, y ni con su muerte ha cambiado. El anuncio llega de un día para otro, como si de un nuevo iPhone se tratase. Sin contemplaciones, sin ninguna filtración por parte de la compañía. Ha muerto por la puerta grande, como se merecía, con su cara en la web de Apple: su compañía, su vida.
He leído multitud de artículos que hablaban sobre él. Desde el lenguaje corporal que encandilaba en sus presentaciones, a sus estrategias empresariales. Un hombre que no confiaba en los estudios de mercado. Un visionario que creía en él mismo y en las personas que se merecían su confianza. Y este es uno de los mayores legados que me deja Steve: confía en ti mismo.
El secreto de revolucionar el mercado no consistía en estudios sociológicos sobre lo que interesaba a la gente. No. Steve era capaz de saber lo que la gente necesitaba sin que ellos mismos lo supiesen. Era capaz de confiar tanto en sus ideales y su visión del futuro ideal, que no le importaba si tenía que romper con todo lo hecho anteriormente. Una persona sin miedo a equivocarse. Una persona destinada a triunfar.
No me voy a extender en estas pequeñas palabras a uno de los genios de la historia. Simplemente disfrutemos del legado que nos deja, tambien en el mundo del videojuego, de los próximos cinco o diez años que aún remolcará sin necesidad de estar presente. Si algo hace grande a alguien es la capacidad de influir, de marcar tendencia. Y en eso Steve Jobs era un experto.