Steve Jobs ha muerto. Yo no era muy partidario...

Publicado el 06 octubre 2011 por Jmbigas @jmbigas
Steve Jobs, el ilusionista tecnológico y capitán de la empresa más valiosa del mundo en estos momentos (Apple), ha muerto a los 56 años, víctima de un cáncer de páncreas. Descanse en paz.

Steve Jobs, con un iPhone en la mano.
(Fuente: ITMadrid)

Jobs era un visionario en el campo de la tecnología digital y, en particular, del uso de esa tecnología por parte de ciudadanos de todo el mundo. La tecnología es un campo que ha dado bastantes visionarios, pero también hay que decir que el cementerio de la tecnología está lleno de excelentes ideas que nunca llegaron a ser una realidad triunfadora. Y eso marca la diferencia de Jobs con todo el resto. Efectivamente, Jobs consiguió convertir sus visiones tecnológicas, su capacidad de ir siempre por delante de los demás, su habilidad para identificar las necesidades de los usuarios mucho antes que estos, en una ventaja empresarial que ha situado a Apple en la cumbre de las empresas (no sólo de tecnología) de todo el mundo. Desde el legendario Apple II (a finales de los setenta), hasta los iBook y el increíble éxito de sus últimos productos de tecnología de consumo masivo (los iPod, iPhone, iPad), Jobs siempre supo ir por delante, y conseguir que el mercado y el mundo entero le siguiera con entusiasmo. Y todo ello en permanente lucha con el gigante de lo estándar, Microsoft. Bill Gates tuvo un inicio muy parecido a Jobs (los famosos garajes donde se iniciaban las empresas tecnológicas), pero su maduración fue muy diferente, ya que Microsoft evolucionó para ser el líder del mainstream tecnológico (de la tecnología dominante), mientras que Apple siempre persiguió a sus clientes entre los inconformistas, entre los que querían algo diferente, para sentirse diferentes. Nunca he sido usuario (ni cliente) de Apple. Por ello no puedo opinar sobre sus ventajas tecnológicas reales, que ya se encargan de enfatizar sus muchísimos partidarios y sus innumerables palmeros. Por su parte, la peor época de Apple (llegó a estar a punto de desaparecer) fue cuando Jobs la abandonó para lanzar la aventura de NExT y hacerse millonario con el nuevo concepto del cine de animación diseñado por ordenador (Pixar). Su vuelta en 1996 (porque Apple compró NExT) marcó el punto de inflexión de Apple como compañía, y su carrera hasta convertirse en líder casi indiscutible de la tecnología de consumo masivo. Lo más cerca que estuve nunca de ser cliente de Apple fue cuando decidí comprarme un dispositivo de bolsillo para la música digital, y estimé la posibilidad de comprarme un iPod. En la tienda estuve sopesando ese dispositivo y algunos otros de la competencia. Me asustó y me desagradó tener la sensación de que comprar un iPod era mucho más que comprar un pirulo más; era casi una decisión religiosa, era entregar mi futuro a la evolución de Apple, porque todo era tan absolutamente propietario en el producto que me aterró: la carga de música debía hacerse a través del software de la marca (iTunes) y no se podían manejar ficheros mp3, como era habitual en los dispositivos de la competencia; la interfase física era propietaria de Apple (no utilizaba USB u otro interfase de mercado); aunque el precio en ese momento era parecido, con el iPod debía empezar a realizar gastos adicionales para hacerme con los accesorios necesarios (cables de conexión; cargador de batería, etc.), que venían en estándar con otros dispositivos. Finalmente acabé comprando un mp3 de Creative, que me pareció mucho más abierto y adecuado a mis requerimientos. Cuando se me extravió, compré otro más moderno del mismo fabricante, que es el que tengo en la actualidad, a plena satisfacción, dicho sea de paso. Lo que me parece obsceno de la última etapa de Apple es su sublimación como el adalid del technology edge (de la punta tecnológica). Su reiterado recurso al diseño y a lo fashion como una llamada al corazón del consumidor, más que a su razón. Consiguieron crear la sensación de exclusión social por no tener un iPhone o un iPad. La compra de lo último de Apple se convirtió para muchos en la satisfacción de una profunda emoción, en la máxima realización como auténtico ser humano del siglo XXI. Y todo eso, por supuesto, representa siempre pagar un premium price, un precio más elevado porque la entrada al Paraíso de la tecnología bien lo merece. De ahí, claro, la extrema prosperidad financiera y económica de Apple. Porque fabrica, como todos, sus productos en fábricas chinas bajo dudosas condiciones laborales y humanas. Cuando veo a un reponedor del Carrefour (un decir), con un iPhone en el bolsillo, que le ha costado prácticamente el salario de todo un mes, sé que Jobs y Apple han triunfado en lo que perseguían. Pero la humanidad se ha instalado en una nueva obscenidad, ligada a la mera posesión de ciertas cosas como exponente de un cierto tipo de presunta superioridad. Conozco bastante bien el mercado de la tecnología y sus reglas de juego. Sé que excelentes visiones e ideas nunca han sido un éxito ni comercial ni popular. El Gartner Group, uno de los grandes gurús del análisis de los mercados tecnológicos, acuñaron hace años su Cuadrante Mágico. En él se conjugan dos dimensiones: la visión por un lado y la capacidad de ejecutar (hacer realidad) por el otro. Steve Jobs y Apple consiguieron conjugar las dos en sus máximas dosis. Pero del mismo modo que me aterra un mundo donde la tecnología esté liderada (guiada, dirigida) por Microsoft o IBM, también me aterra que el líder indiscutible sea Apple. Y que todo lo demás le suene al gran público como zafio y ramplón. Que se extienda la sensación de que eres un fracasado si no tienes un iPad, de que eres mediocre si no tienes un iPhone. De que tienes que conformarte con otra cosa porque no puedes pagar lo realmente bueno. Creo que deberíamos ser capaces de superar la necesidad de seguir ciegamente a un Gran Hermano, quienquiera que sea.  Descanse en paz Steve Jobs. Porque ha muerto un visionario de la tecnología y un excelente capitán de empresa. Pero nunca le daría a Jobs el Premio Nobel de la Paz. JMBA