Hago un inciso y explicó lo de la bastardización musical: la eclosión del MP3 no es más que una finalización lógica de un proceso: con el impagable pretexto de que, encima, es un formato intercambiable de forma gratuita con total impunidad, la reducción del consumo a un archivo MP3 metido en un mar de otros archivos dentro de un reproductor con una capacidad de almacenamiento inmensa es la conclusión y regreso al origen de estos pasos.
Canciones sueltas > se agrupan y se presentan como álbumes > se les otorga un carácter unitario y el álbum pasa a ser el concepto protagonista por encima de las canciones > se estabiliza el concepto del LP > llega el CD > aumenta la capacidad de almacenamiento de los 50 a los 80 min. > se mantiene el concepto del LP pero se alarga su contenido hasta el máximo posible > se pierde el criterio de calidad al incluir cualquier material grabado > llega el MP3 > se puede disfrutar de las piezas sueltas sin necesidad de las menos interesantes > se potencia el concepto de aleatoriedad y variedad gracias a la capacidad de los reproductores > desaparece el concepto LP/CD de obra unitaria en la que se introduce todo lo que da de sí el soporte.
Los LPs dobles, mientras la modalidad básica de audición doméstica de música es el disco de vinilo (la audición en otros entornos: vehículos o locales públicos genera otros formatos que no corresponden a este artículo) pasan a convertirse en pequeños acontecimientos. Primero, por lo aguerrido del artista al enfrentarse a ese desafio, segundo porque, para los aficionados al artista en concreto, suponen la alegría de ser gratificados tras la espera no por uno sino por dos discos.
Discos dobles que recuerdo con especial agrado: (teniendo en cuenta que voy a obviar tres subgéneros: los álbumes en vivo, pues es lógico que el traslado al vinilo de un concierto requiera un extra de soporte, los recopilatorios pues carecen del concepto del artista unitario, y las ediciones con extras añadidos pues siempre parten del concepto de un álbum inicial de tamaño individual)
El orden es errático en un modo extremo: de hecho recuerdo esos discos de manera preferente por su situación física en los estantes cuando el vinilo era el protagonista absoluto en mi casa.
Electric Light Orchestra : Out of the blueThe Clash : London CallingStevie Wonder : Songs in the key of lifeBruce Springsteen : The RiverPrince and the Revolution : Sign'o'the timesA guy called Gerald : Black Secret Technology
Y por qué hablo ahora justo del de Wonder?. Bueno, puede que su voz cálida me la haya llegado a recordar alguna de las canciones de Frank Ocean. Y también la tostadura de los temas, repletos de piano Rhodes y de bajos punzantes, de detalles de producción ligeramente explicables pero que acaban convirtiéndose en esos ganchos que convierten en irresistible cierta música.Aunque Wonder la cagó: jamás debería haberse prestado a grabar un pastel mega-azucarado como, por ejemplo, la banda sonora de La mujer de rojo. Si su condición de pianista invidente no suscitaba bastante el ser estigmatizado y cruelmente tomado a cachondeo ( a diferencia de, por ejemplo, Ray Charles) grabar semejante pastiche, y ser recordado fundamentalmente por ello, es una enorme injusticia. Ser recordado, en concreto, por que esa canción protagoniza una cruel escena en High fidelity de Nick Hornby, cuando un dependiente de tienda de discos particularmente radical echa a cajas destempladas de la tienda al pobre y atribulado padre que osa pedirle ese disco. Pero es mi deber impartir justicia: Wonder ya había grabado excelentes discos hasta ese momento. Pero este disco doble supuso una doble ruptura. Con la generación de intérpretes que compartía, pues una obra de esa envergadura representaba un desmarque en la cuantía de su ambición. Y con el género que había estado cultivando hasta entonces, pues Songs in the key of life ya no es un disco monopolizado por el soul de fórmula como hacían artistas como, por ejemplo, Marvin Gaye. En este disco hay de todo, de todo por que cabe en dos caras y de todo porque Wonder decide emplearlas en profundizar en géneros que le hubieran acarreado la espalda del público de incorporarse en un álbum convencional. No sólo jazz: gospel, música de influencia africana, espirituales, jazz, pop. Todo ahí, y todo en condiciones magníficas de inspiración e interpretación. Habrá alguna ley que diga que no puedo ser tan entusiasta de algo como Radiohead y algo como este disco de Wonder. Habrá quien crea que esto es una salida del tono habitual de este blog, siempre metido en camisas de once varas de cuestiones intrincadas y minoritarias. Va, despotricad un rato y decid lo mucho que os he decepcionado, y las que os esperan. Pero después tomaros la molestia de oir algunas de sus canciones y reflexionar si es justo que este hombre sea recordado por sus espectaculares errores finales de carrera. Puede que consiga sus señas en Las Vegas, y se lo explique algún día.