Sin embargo los dioses nunca mueren, están vivos en el corazón, el alma y la mente de los mortales; son necesarios, tienen que cumplir su misión de proteger, servir y dar esperanza a la humanidad; no pueden renunciar al significado de sus vidas, al legado de su leyenda, no pueden quedarse en el vacío malgastando su poder. Un gran dios es lo que es y no puede dejar de ser lo que es, un gran dios no está con los que eligen obedecer o con los que son demasiado cobardes para luchar, un gran dios desafía a la autoridad de los poderosos, se opone a su dominio e intereses con la fuerza de su poder.
¡Thor! ¡hijo de Odín, Dios del Trueno que domina el rayo y la tormenta!, tienes derecho a una segunda oportunidad, vuelve de la muerte, vuelve del dolor para bien o para mal debes conseguir lo imposible: devolver la identidad a tu pueblo y reconstruir el panteón de tus dioses en una tierra donde no son los dioses los que deciden si el tiempo de los hombres ha terminado, sino los hombres los que deciden si el tiempo de los dioses ha terminado.