Yo no quería una segunda temporada de la serie Stranger Things de Netflix. Deseaba que en mi recuerdo habitaran sólo los ocho capítulos nostálgicos de la primera. Pero el éxito de la serie hizo que a todas luces fuera una locura para los productores no aprovechar el tirón y contar una segunda aventura fantástica del grupo de cuatro chicos y una chica que configuraban una especie de nuevos Goonies. Miedo me daba afrontar la segunda temporada, estrenada en fechas recientes, de esta serie de los hermanos Duffer. Y sin embargo reconozco que me ha gustado la experiencia. Engancha como la primera, sobre todo porque entretiene mucho buscar las referencias, unas más evidentes y otras más escondidas, a películas, libros y música de los años ochenta. Para mí, sigue siendo el papel de Once, la niña que ha sufrido experimentos en laboratorio por poseer ciertos poderes sobrenaturales, el más interesante. Ahora me enfrento a nuevas dudas porque parece ser que, si nada lo remedia, Stranger Things tiene al menos dos temporadas más contratadas. Parece que están empeñados en que la serie vaya decayendo con el tiempo y yo me quede sin mi despedida de la serie en alto. Qué le vamos a hacer.