Para sumergirse en esta experiencia hay que ir preparado. Incluso si has visto su más folklórica El sabor de la sandía, para quedar suspendido en el vacío de Stray Dogs hay que tener predisposición y ganas. El sometimiento a planos fijos extenuantes es gradual, y si resistes la primera hora ya estás casi dentro. Si fuerzas tu mirada 40 minutos más y sigues asombrado estás cercano al premio final. Y si salivas como un animal ante esos 15 hirientes minutos de tiempo congelado en el que los protagonistas desesperan y emocionan al mismo tiempo, felicidades, formas parte del club de fans de Tsai Ming-Liang.
Dividida claramente en dos partes (la primera terrenal y corpórea, la segunda espectral e irreal), esta coproducción francesa (motivo por la que está en un festival de cine europeo) es un ejercicio extremo sobre cómo atrapar el tiempo (y el dolor) encuadrarlo, darle luz y forma. Lo pone ante tus ojos y te da la opción de seguir observando esa pared llena de grietas y manchas fantasmales o de mirar hacia otro lado.
Si superas el juego de abstracción, aridez y agotamiento, las escenas más memorables de Stray Dogs (el agravio a una col entre ellas) jamás se borrarán de tu cansada retina.
PROYECCIONES
11-nov C. Ala 4 / 17:00