Studio Ghibli o la verticalidad de la imaginación

Publicado el 05 agosto 2014 por Cineinvisible @cineinvisib

El comentario del domingo en un programa de televisión japonesa del director del consejo de administración de Ghibli, Toshio Suzuki, sobre el cese definitivo de los estudios, ha provocado una conmoción similar a la que hubiese conseguido el, improbable y al mismo tiempo tan deseado, anuncio del fin de la corrupción de una gran parte de nuestra clase política.
Por suerte, las palabras de Toshio Suzuki se vieron rápidamente mitigadas por una interpretación más adecuada del complicado lenguaje japonés (eso es lo que tienen las lenguas orientales). Del fin de los estudios Ghibli (dado que actualmente son cuatro, como cuatro soles), se pasó a limitarlo a un “descanso primaveral”, que implica el cese de la producción de largometrajes, encuadrada en una necesaria reflexión sobre su futuro económico.
Como siempre en estos temas, desde hacía bastante tiempo, muchos sabían algo, habían oído comentar o se esparcían rumores de que una de las casas más imaginativas de la animación se la estaba jugando con sus últimas producciones, el tiempo que podría aguantar con un modelo económico inaudito en el sector, la búsqueda de una sucesión creativa que no acababa de asentarse…
Creada por dos genios de manga, Isao Takahata y Hayao Miyazaki (Miya, para sus amigos), y su inspirado productor, Toshio Suzuki, en 1985, Ghibli significó un nuevo aire en las películas animadas (anime). Nunca mejor dicho dado que la palabra de origen italiana, que designa el viento cálido en el desierto del Sáhara, fue escogida por el propio Miyazaki, apasionado amante de la aviación, en homenaje a un avión de reconocimiento italiano que en la Segunda Guerra Mundial llevaba ese nombre. ¡Y pensar que en un momento dado los responsables del estudio pensaron cambiarlo por Siroco!
Casi 30 años después y 22 películas en su repertorio, Ghibli ha conseguido, al menos, 4 o 5 obras maestras del género, abrir el primero de octubre de 2001 un museo en el bosque de Mitaka (con unos cortometrajes que sólo se pueden ver allí), una manera de trabajar totalmente original y poner de los nervios a Disney, e incluso, mejorar sus producciones.
Ghibli ha establecido una manera de producción excepcional dentro de la animación. En vez de contratar temporalmente como mínimo, 70 profesionales, para un largometraje concreto, el estudio ha logrado mantener en plantilla, de forma permanente, entre 200 y 300 empleados. Incluso no es la primera vez que ha suspendido su actividad para volver a retomarla con mayor vitalidad, energía y creatividad. Tras el estreno veraniego habitual de El Viaje de Chihiro (20 de julio de 2001), Ghibli cerró sus puertas durante seis meses desde el primero de agosto. Todos podían trabajar en lo que deseasen durante este paro técnico y recibieron dos tercios de su sueldo. Algunos no volvieron.
La producción de largometrajes en el anime está supeditada a su imprevisible resultado en taquilla. Nada que ver con los ingresos fijos, previstos y continuos en el tiempo que supone las series para la televisión.
Pompoko (1994) había obtenido 3,25 millones de entradas en su país, La princesa Mononoke (1997) arrasó con 14,2 (Suzuki había previsto 4), El Viaje de Chihiro batió el récord nacional de Titanic, y no hablemos de El Castillo Ambulante (2004), con sus 24 millones de espectadores. La taquilla de las dos últimas producciones de 2013 han sido más discretas: El viento se levanta, y la extraordinaria y, hasta el momento, última obra maestra, La historia de la princesa Kaguya (evidentemente, de la que hablaremos en el futuro).
Las relaciones con su más directa competidora, Disney, han sido siempre de un intenso amor-odio. Para la compañía americana, Japón, es una espina clavada en su manzana roja: el único país del mundo en que sus películas no son número uno en taquilla, siempre están las de Ghibli delante y eso… no se olvida fácilmente. O el fichaje de Kôji Hoshino como director general de Ghibli desde febrero de 2008, ex-presidente de Walt Disney Japón.
Pero lo más importante, diría incluso, vital para la historia de la animación universal es la obsesión de la pareja Takahata y Miyazaki por superar un problema que planteaban las películas de Disney. En ellas los dibujantes hacen moverse siempre a los personajes de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, pero nunca de adelante hacia atrás, o al revés, porque en animación tradicional, es extremadamente difícil crear una imagen realista de esos movimientos, con unos personajes planos, es decir, dibujados en dos dimensiones.
Los dos creadores, obsesionados en superar esta dificultad, lo intentaron hasta conseguirlo y, sin duda, Disney aprovechó los excelentes resultados que daban sus nuevas técnicas de animación. La verticalidad de su imaginación fue tan copiada que como, confirma su productor Toshio Suzuki, si vemos El jorobado de Notre Dame (1996) parece mucho a El Castillo de Cagliostro (1979).
Frente al éxito que han aportado unos títulos extremadamente reflexionados, una infinita meticulosidad en los detalles de cada historia, una promoción basada en crear de manera constante la expectativa sobre el Studio y una fe sin límites en historias nada comunes, Ghibli se enfrenta a un gravísimo problema. Centrado en dos personalidades muy potentes, Takahata (78 años) y Miyazaki (que ya anunció su retirada hace un año en el festival de Venecia), el Studio no ha cultivado el terreno para la necesaria sucesión artística.Aun así queda un último cartucho: Hiromasa Yonebayashi, autor de When Marnie was there, que se acaba de estrenar en Japón. Esta nueva Marnie tiene todo para robarle el corazón al público occidental, incluido el guionista de La colina de las amapolas (Keiko Miwa).
En espera de un próximo episodio, hay quedan los 22 maravillosos largometrajes del Studio Ghibli desde su creación en 1985:
1. Nausicaä del Valle del Viento (1984), de Hayao Miyazaki
2. El castillo en el cielo (1986), de Hayao Miyazaki
3. La tumba de las luciérnagas (1988), de Isao Takahata
4. Mi vecino Totoro (1988), de Hayao Miyazaki
5. Nicky, aprendiz de bruja (1989), de Hayao Miyazaki
6. Recuerdos del ayer (1991), de Isao Takahata
7. Porco Rosso (1992), de Hayao Miyazaki
8. Puedo escuchar el mar (1993), de Tomomi Mochizuki
9. Pompoko (1994), de Isao Takahata
10. Susurros del corazón (1995), de Yoshifumi Kondo
11. La princesa Mononoke (1997), de Hayao Miyazaki
12. Mis vecinos los Yamada (1999), de Isao Takahata
13. El viaje de Chihiro (2001), de Hayao Miyazaki
14. Haru en el reino de los gatos (2002), de Hiroyuki Morita
15. El Castillo Ambulante (2004), de Hayao Miyazaki
16. Cuentos de Terramar (2006), de Gorō Miyazaki
17. Ponyo en el acantilado (2008), de Hayao Miyazaki
18. Arrietty y el mundo de los diminutos (2010), de Hiromasa Yonebayashi
19. La colina de las amapolas (2011), de Gorō Miyazaki
20. El viento se levanta (2013), de Hayao Miyazaki
21. La historia de la princesa Kaguya (2013), de Isao Takahata
22. Omoide no Marnie (When Marnie was there, 2014), de Hiromasa Yonebayashi