Revista Coaching

Su lápida me inspira a seguir corriendo, a vivir con más intensidad

Por Lorraine C. Ladish


Su lápida me inspira a seguir corriendo, a vivir con más intensidad Cuando salgo a correr, a menudo paso delante de la placa conmemorativa que se ve en la foto. Es en memoria de una niña que fue atropellada por un coche en 1996. Tenía 12 años cuando murió. Cuando llegué a casa después de tomar esa fotografía, hace ya unos meses, busqué su nombre en Google. Leí que la atropelló un conductor borracho que se saltó un semáforo en rojo. Alycia murió al instante y su amiguito de la misma edad fue gravemente herido, pero sobrevivió. Volvían de casa de un amigo de hacer los deberes. Por lo visto el conductor pasó un tiempo en la cárcel pero a la larga lo dejaron en libertad. Leí los testimonios de los amigos que estaban con ella esa noche, y las palabras de dolor de los padres. Esa noche me costó dormir. Ahora cada vez que veo su pequeño santuario junto a la acera en la intersección donde fue atropellada, saludo a Alycia. Pienso en sus padres y en su amiguito. Pienso también en mis hijas. Pienso en la vida. Cuando paso por su lado siento mis pies golpear el asfalto y, aunque esté cansada, aunque haga calor, me siento bien. Estoy viva, mis hijas están sanas, y mis seres queridos a salvo. Ojalá y dure mucho tiempo, pero nunca se sabe, y ella me lo recuerda siempre. Hay que sacarle jugo a la vida mientras dure. Durante el resto de mi carrera hago una lista mental de todo aquello por lo que estoy agradecida. Y aunque tenga ganas de parar, corro, porque Alycia no puede y yo sí. En su honor, disfruto cada minuto de la carrera, y de la vida. 


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