En estos días en los que la resaca mundialista nos ha llevado a un pesimismo más propio de otras generaciones, me gustaría hacer un guiño a nuestra historia, es parada obligatoria en ella el lugar donde se empezó a forjar la leyenda del equipo más laureado de nuestro país. La memoria me conduce a Viena, a un estadio, al Ernst Happel, donde conseguimos nuestro segundo campeonato de Europa de naciones, frente a Alemania. Aquel día empezamos a hacernos grandes, tocamos el techo y nos mantuvimos muy arriba durante seis años, nada menos que seis años… se dice pronto.
Pues bien, irremediablemente el nombre de Ernst Happel quedó para ligado para los restos a nuestra historia futbolística. Pero ¿sabemos realmente quien fue el hombre que da nombre al estadio donde alcanzamos la gloria? Es aquí donde rindo mi particular homenaje. Ernst nació en Viena, apenas a un paseo del estadio que más tarde llevaría su nombre. Aquel niño que un día soñó con ser futbolista debutaba con el club de su corazón a la edad de dieciocho años. Allí, en el Rapid de Viena, permaneció durante las siguientes once campañas, pasó de ser apenas un adolescente a convertirse en un defensa de calado internacional, para el año que abandonó el club de su corazón disputaría su primer mundial, aunque no sería el único, ya que también disputó el Mundial de Suecia en 1958. Tras su exitoso paso por las filas del Rapid, probó fortuna en otras ligas, Francia le esperaba y el Racing Club de Paris sería su casa las siguientes dos temporadas.
Aunque su corazón seguía estando en Viena y tras dos años fuera de su ciudad volvió para quedarse hasta su retirada en el Rapid, esto sucedió en el año 59. Su palmarés como jugador incluye seis campeonatos de liga austriaca y un campeonato de copa, en sus dos etapas en el club vienés. Hasta aquí su carrera como jugador, a partir de aquí comienza la historia de lo que es a día de hoy un entrenador de leyenda.
Su debut como técnico se produjo tres años después de su retirada como jugador, el ADO Den Haag holandés fue el primer equipo en contar con Happel en el banquillo, un estilo basado en un fútbol más efectivo que espectacular, en el que la estrategia era la piedra angular y en el que el físico se convertía en parte fundamental. Su seña de identidad era el contragolpe. Varios países disfrutaron de los servicios de este genio, incluso tuvo un periplo por el nuestro, el Sevilla F.C. fue su destino en España. Feyenord, Brujas, Standard de Lieja, Hamburgo o Tirol Innsbruck fueron otros de los equipos que triunfaron de la mano de Ernst ,quien por aquella época ya se había convertido en uno de los técnicos más influyentes de Europa, fue el primero en conquistar el máximo torneo continental con dos equipos distintos, hito que a día de hoy, más de treinta años después, sólo han conseguido otros tres elegidos de los banquillos. Feyenord y Hamburgo tocaron el cielo con Ernst.
También tuvo la oportunidad de dirigir a selecciones nacionales, llegando a ser subcampeón del mundo en el 78 con Holanda en Argentina, son elucubraciones, pero tal vez estaríamos hablando de otra cosa si Johan Cruyff hubiese disputado aquel campeonato. Su última parada en los banquillos fue al mando de la selección de su país, en la banca austriaca y donde desgraciadamente nos dejó hace ya más de veinte años fruto de una conocida enfermedad y a una edad muy temprana.
Este es el legado de Ernst Happel, en Sevilla tuvieron el honor de conocerle, aunque para la mayoría de españoles su nombre nos conduce al estadio que nos vio hacernos mayores en esto del balón. Por ello, y para siempre, su nombre nos recordará lo que es la gloria.