Suave es la Noche es, junto al El Gran Gatsby y Hermosos y Malditos, el trío de obras que agrupan casi toda la fama del escritor Francis Scott Fitzgerald. El escritor, perteneciente a la denominada Generación Perdida junto a Ernst Hemingway, puso una especial carga autobiográfica en esta novela.
Esta novela también narra el ascenso y posterior caída de Dick Diver, médico psiquiatra casado con una belleza llamada Nicole, que además pertenece a una de las familias más adineradas de Chicago. Ambos lo tienen todo: son jóvenes, son brillantes, son elegantes y encantadores. El aura que proyectan atrae a todo tipo de personas y durante unas vacaciones en la Costa Azul, Rosemary Hoyt, actriz en ciernes, no puede resistirse a los encantos del joven matrimonio. Sin embargo, algo flota bajo las aguas calmadas de la pareja. Nicole oculta un secreto que muy pocas personas conocen y que podría poner en peligro su reputación. Dick, por su parte, mantiene una afición muy peligrosa hacia las nínfulas. Ambos navegan por los felices años veinte mientras van directos al desastre.
Como hemos apuntado antes, este libro contiene dolorosas notas autobiográficas, ya que Scott Fitzgerald pone en los pacientes del doctor Diver los síntomas de la enfermedad de su propia esposa, Zelda, que fue diagnosticada con esquizofrenia.
El alcoholismo de Diver, así como la vida en Europa, que vivió el propio escritor, son también apuntes autobiográficos. Es importante indicar asimismo, que esta edición respeta el espíritu original del autor americano, que planteó la obra comenzando en el presente y dando después un salto hacia atrás. Malcom Cowley, crítico y amigo de Scott Fitgerald rehizo entonces la novela presentándola en orden cronológico, pero perdiendo gran parte de su espíritu original. Ahora Ramdom House Mondadori, en su colección de bolsillo, nos la vuelve a traer ordenada. El texto es fresco, como todos los del escritor americano, pero tampoco deja opción a la esperanza. La caída en desgracia del prometedor Dick Diver tiene notas melancólicas cuando pensamos en la vida del propio Scott Fitzgerald, que acabó alcoholizado y que tuvo que hacer de todo para mantener un tren de vida que no podía respaldar con la literatura. En este sentido, se encuentra más cerca de El Gran Gatsby que de Hermosos y Malditos, en la cual existe cierto resquicio para la esperanza. Uno de esos clásicos a los que merece la pena acercarse para aprender algo de este genial autor.