No es normal. Es inquietante. Una pasada. No puede ser casual. Pero es… Vamos a ver si podemos hacer algo con ello. No sé si algo al respecto, si no eres el epidemiólogo de moda o el presidente de algún país relevante, o algo en relación con ello o a propósito de ello.
Lo magnifico de ser humano en esta realidad nuestra es que tenemos un margen de maniobra, siquiera mental, tremendo. Te la puede traer al pairo, o puedes tirarte por la ventana, y en medio un sin-fin de posibilidades, variables además con el paso de los días.
«Las cosas ocurren para algo» he oído decir mucho en los últimos tiempos, antes incluso de este Apocalipsis. Qué pereza, ¿no?, o qué miedo. Tener que reaccionar ahora ante un Apocalipsis, con estos pelos.
Sea como sea es un buen giro de guión, de guión vital. No sé qué coño estarías haciendo tú, pero se me hace difícil imaginar que lo puedas seguir haciendo tan tranquilo como antes. Y eso, como mínimo no es que te invite, te obliga —no sé si a pensar, que nunca está de más— pero sí a reaccionar de alguna manera. Sería algo así como un «¡pero despierta, coño!», que si no estuvieras dormido (me extraña) no pasa nada, pero si lo estuvieras, como la mayoría, pues te viene de perlas.
¿Quién eres?, ¿qué haces? (rara vez coincide), ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas?, ¿vas bien?, ¿estás bien?, ¿eres feliz?, ¿necesitas algo…? puede que te cierren el chiringuito, cómo te quedas. Bueno, ya veremos, déjate estar.
Mira lo importante que eres que tiene que parar el mundo unas semanas para que reacciones y te montes con todos o te bajes definitivamente. Intuyo que vamos a poder darle otra pensadita. ¿No te parece cuando menos interesante que por fin pase algo? Si estábamos acomodados, siquiera para agradecerlo tomando conciencia de ello, y si estábamos incómodos para, desalojados violentamente, ir a buscar nuestro auténtico lugar.