A veces en la vida no entiendes nada. Va por épocas. Épocas en las que por más que te esfuerces la cosa no cuadra, no combina, no tiene ningún sentido y notas que te cuesta tirar “p´alante”. Son esos “vaivenes” a los que nos someten la suerte y el destino. Ayer estaba todo en orden y tu vida tenía un propósito y hoy se desmorona y te cuesta entender hasta lo más simple. Nada encaja, frunces el ceño intentando recordar, intentando poner orden en el caos y volver a sentirte tú mismo, pero no funciona, porque en esos días nada funciona, game over, se rompió el motor, chao, se acabó. Esperas una luz que no llega, una señal que no aparece, unas palabras mágicas que no funcionan… esperas en vano y lo sabes. Y eso es lo peor. Que lo sabes. Lo sabes y no puedes hacer nada, salvo continuar viviendo, subiendo la odiosa cuesta de tu monótono día a día. Pero también sabes que esos días grises casi negros se acabarán y la calle ya no estará tan empinada y verás algo de luz al final de ese maldito túnel.
Y entonces vivirás con el miedo en el cuerpo porque estarán muy cerca los días en que todo vuelve a ser extraño y sin sentido.
Y así, girando girando vamos caminando.