El problema, cuando no se hace por convicción, sino por obligación, ni con un objetivo loable, que sería el bienestar general de la población, es que se convierte en una huida hacia delante y se suben, precisamente, a las clases trabajadoras en lugar de atajar el problema de la falta de ingresos por donde sería más efectivo. El que pague más quien más tiene debería ser el principio de un verdadero “recargo temporal de solidaridad” y no de este nuevo timo. Más impuestos, sí, pero no centrados en los asalariados sino en los defraudadores y malabaristas de las finanzas, y para mejorar los servicios públicos y no para salvar la banca y todos esos sectores que ya bastante se están lucrando con la crisis, porque entonces las comisiones que nos cobran son un repago. Ni se recauda de dónde se debe ni se destina a donde más falta hace. Esto, técnicamente correcto, es un aprobado justito en matemáticas y un suspenso en ética.