Sucre

Por Zhra @AzaZtnB

Si algo me está gustando de Bolivia es que no intentan cobrarme de más por ser turista. Y si lo hacen no me entero. Es cierto que los sitios turísticos son más caros, también que la entrada algunos museos es más del doble para los extranjeros pero en tiendas de comida y puestos de la calle me cobran lo mismo a mí que al boliviano frente a mí.

Mercado central

No pensaba venir a Sucre, me habían dicho que no valía la pena, que no tenía nada especial e incluso que era feo. El problema es que estaba a 4000msnm con dolor de garanta, lo que mi cuerpo acaba traduciendo más pronto que tarde en resfriado común, de esos que se curan en 7 días con medicamentos y en una semana sin. Nariz tapada, congestión y falta de oxígeno por altitud no me parecían una gran combinación así que bajé a Sucre (2750msnm) a pasar unos días tranquila y evitar a toda costa que se me inflamen las anginas. Es la primera vez en 6 años que no tengo anginas! ¿Será porque no he pisado el invierno? Llego a Sucre a las 7 de la noche y busco alojamiento por el centro, encuentro un sitio realmente bonito y por 70b (9euros) tengo habitación con baño privado, wifi, una mesa para escribir y tres camas para estirarme como quiera. Por la mañana me aprovisiono de Kleneex, pastillas para el dolor de garganta y un expectorante que no llego a usar. La verdad que al final no resulta ser un resfriado tan terrible y se acaba pasando con montones de Kleneex y el descongestionante nasal que traía de Londres (y ya estaba caducado). Lo bueno es que me hace descubrir una ciudad mucho más bonita de lo que esperaba, ligeramente más calurosa que cualquiera de las otras grandes ciudades de Bolivia y la mejor chocolatería que he probado en el mundo hasta el momento.

Llego al mirador de la Recoleta por casualidad. Intentaba llegar a donde mi mapa marcaba el museo del folklore pero no había nada, de ahí busco un hueco entre las casa para una foto de las vistas y cuando me meto por una calle un señor me da mal rollo y cambio de dirección para aparecer en la plaza Recoleta.

Una plaza amplia con una fuente en el medio y desde donde se tiene una bonita vista de la ciudad bajo unos arcos blancos. Bajo por una calle relamiéndome pensando en el chocolate que me voy a tomar cuando caigo en que todavía no he comido y me meto en el primer local de comida que encuentro sin darme cuenta que es un local vegetariano, no puedes escoger la comida y que los precios no están marcados. No me preguntéis que comí, estaba bueno, fueron tres platos, una bebida lila y costó menos de 4euros.

Sucre no es una ciudad como Berlín con tres mil museos, cuatro mil sitios para ver, tranvías, metro, parques gigantes y una actividad frenética. No se la puedo recomendar a un turista con el tiempo justo para verlo todo pero bien vale la pena para que el viajero se pase unos días recorriendo sus calles, comprando cepillos de dientes, calcetines o candados a las puertas del mercado central, o comiendo por menos de dos euros en el restaurante Don Gerardo sin un sólo guiri alrededor.

Después de cuatro días ya es mi último día en la ciudad poco me queda por hacer más que matar el tiempo hasta que salga mi autobús a las 7 y media de la tarde. Esta mañana he pasado por la terminal a comprar el billete y ahora estoy sentada en una cafetería de la plaza principal leyendo, escribiendo y sin hacer nada productivo cuando tres personas irrumpen en el local y los dos chicos se abalanzan sobre mí gritando en inglés. Levanto la vista dudando si darles un golpe y salir corriendo sin pagar o simplemente levantarme y responder con voz firme cuando les miro la cara y veo que son Nico y Paul. Ahora somos tres gritando saludos en la cafetería mientras la chica que va con ellos nos mira a cierta distancia. Nos saludamos como tres viejos amigos que han sobrevivido juntos a temperaturas de -13ºC, +20ºC, una noche de vómitos, resfriados, mucho polvo y canciones horrendas en español por la única emisora de radio del coche. Ellos también están matando tiempo para ir a La Paz pero aun no han comprado el billete, alguien les ha dicho que si van en el último momento es más barato. La chica es una holandesa que han conocido hace poco. Nos pasamos el día hablando, riendo, comentando lo que hemos hecho estos días sin vernos, visitamos el edificio de correos, compramos hielo con sirope por la calle, nos metemos en una manifestación estudiantil, intentamos entrar en la catedral pero acabamos en las oficinas del gobierno y cuando ya estamos aburridos paramos un taxi y nos vamos al aeropuerto para ver si tienen vuelos para ese mismo día.

Nico es el primero en preguntar si hay plazas disponibles para hoy pero la mujer cree no entender lo que quiere decir, le aclaro que efectivamente buscamos un vuelo para hoy o mañana y la cara de la mujer se vuelve un poema. Nos confirma que no hay asientos disponibles con tan poco tiempo y nos volvemos a la ciudad. He de decir que las vistas desde el aeropuerto más alto del mundo son bonitas. Entre una cosa y otra se han hecho las 6 y media, el sol se empieza a poner y nos dirigimos a la estación. Lo de comprar billetes en el último momento no resultó ser tan buena recomendación, una de las empresas sólo tenía asientos separados y en la otra les intentaron cobrar 60b más de lo que me habían cobrado a mí. Al final consigo que les igualen el precio y para esperar la salida del bus comemos una hamburguesa con ensalada y patatas por 5b (60cts de euro). A las 19:25 me despido de ellos que cogen el siguiente bus, pago la tasa de uso de terminal (2b) y me despido de Sucre.